martes, 21 de junio de 2011

SOCIEDAD, POSTMODERNIDAD Y PROYECTO L.E.U… O el uso y abuso de la Epistemología Banana, una mirada desde la irreverencia.

SOCIEDAD, POSTMODERNIDAD Y PROYECTO L.E.U… O el uso y abuso de la Epistemología Banana, una mirada desde la irreverencia.


David Ysidro Pacheco Martínez; Licenciado en Educación Ciencias Sociales, Magister en Historia de Venezuela, Miembro de la Comisión Coordinadora del PEDES, Profesor Asociado de la Fa.C.E. UC, Valencia Venezuela, Cursante Doctorado en Educación UC , Correo: profesor5@hotmail.com / david.profesor5@gmail.com








Resumen

En Venezuela se vive un momento crucial y de irrenunciable consenso para la sociedad en general como lo es el cambio general de la educación universitaria, donde la propia universidad puede y debe aportar, desde adentro, una visualización más profunda de sus propias necesidades, sin embargo estos cambios deben traspasar las fronteras universitarias y plantearse el cambio de la educación venezolana en general, que incida en la práctica social y didáctica del sistema educativo venezolano. Estos cambios deben presentarse desde una episteme cónsona a las verdaderas necesidades educativas de Venezuela y no como una adecuación esnobista que aparente situarse en reconocidos logros a nivel educativo mediante la irreflexiva adopción de ideas educativas concebidas para otras realidades y sociedades distintas a la venezolana.

Palabras Clave: Episteme, Esnobismo, Sociedad, Universidad, Educación.

Abstract

In Venezuela, there is a crucial and indispensable consensus for the general public as is the overall change of university education, where the university can and should provide, from within, a deeper view of their own needs, however these changes need to go beyond academic boundaries and consider the change in the Venezuelan education in general, affects the social practice and teaching of the Venezuelan educational system. These changes must be submitted from an episteme in harmony with the real educational needs of Venezuela and not as an adaptation that appears to be in snobbish recognized by educational achievements at the unthinking adoption of educational ideas designed for other realities and societies other than Venezuela.

Keywords: Episteme, snobbish, Society, University, Education.



Desarrollo

En la ubicación teórica de la conformación de Venezuela como país, es necesario iniciar el recorrido a partir de la llegada del Almirante Cristóbal Colón a una parte del territorio que actualmente se conoce como Venezuela. Un dato bastante difundido, sobre este acontecimiento es que el Almirante murió con la certeza de haber llegado a la India por su parte más occidental. Colón jamás se percató que había llegado a un territorio del cual Europa no tenía conocimiento hasta el momento del arribo de su expedición de octubre de 1492. En su tercer viaje de agosto de 1498, el Almirante arribó a tierra firme, en las actuales costas de Paria, específicamente en el pueblo de Macuro, en el Oriente venezolano. Cabe señalar sobre este particular dos datos importantes: primero, Colón no utilizó apelativo alguno para designar el territorio donde desembarcó. Segundo, él no tenía ni la más remota idea de la extensión real de lo descubierto, ni de la existencia de fronteras o de gobiernos que ejercieran un dominio total sobre una determinada extensión de terreno.

Venezuela es el único nombre que se ha utilizado, hasta el momento, para definir la totalidad del territorio que actualmente está enmarcado dentro de las fronteras venezolanas. Pero este nombre no es usado durante las expediciones colombinas, si no con la expedición de Alonso de Ojeda (1499), cuando Américo Vespucci, al observar los pueblos palafíticos del sur del Lago de Coquivacoa (hoy Lago de Maracaibo), lo bautizó con el nombre de Venezuela. Estableciendo un curioso paralelismo entre los palafitos y las características geográficas de su Venecia natal.

Es necesario destacar que el uso del sustantivo Venezuela que realiza Vespucci se circunscribió, exclusivamente, a los espacios ocupados por los palafitos en la laguna de Sinamaica. Para que el vocablo Venezuela fuese efectivo para designar la totalidad del territorio que actualmente constituye la República Bolivariana de Venezuela, tuvo que desarrollarse una serie de acontecimientos de carácter político, social y económico dentro del propio territorio “venezolano”, así como otros de política interna de la Corona Española.

Es necesario resaltar, que no sólo la crónica como método de representar y construir la episteme, fue trasferido de Europa, siendo además notorio el uso paradigmático en Venezuela de tendencias tales como la Ilustración, el Liberalismo, el Positivismo y el Marxismo; teorías estas construidas y fundamentadas en otras realidades sociales y geográficas. Puede afirmarse que en Venezuela no se ha producido un paradigma, o cuerpo de procedimientos que hayan surgido producto del esfuerzo y necesidades de la sociedad que se ha conformado en dicho territorio. Los paradigmas educativos y de Investigación han sido transferidos de manera general de otras latitudes y ante el fracaso aparente o real que se han señalado de ellos para incentivar el desarrollo educativo y cognitivo, se ha procedido a poner en práctica otros procesos metodológicos igualmente trasferidos que se han presentado como la solución a los problemas surgidos por el uso de los primeros paradigmas, creándose por consiguiente un evidente circulo vicioso de usos trasferidos de paradigmas que han ido creando vacíos y sofismas en el desarrollo gnoseológico de Venezuela.

Visualizar en la historia patria la sucesión de elementos paradigmáticos transferidos e impuestos, resulta palpable desde el momento mismo de la conquista y la formación de lo que Germán Carreras Damas ha llamado la sociedad colonial implantada. La sucesión de la aplicación sistemática de los paradigmas en el campo de la investigación, la educación y la política, pueden señalarse de manera muy general en: Crónicas de Indias, Liberalismo (con todas sus subdivisiones), positivismo, marxismo, las corrientes heterodoxas que llegaron a Venezuela en la primera mitad del siglo XX, la democracia (vista desde el crisol europeo y norteamericano y todas las corrientes metodológicas que han llegado al país desde la segunda mitad del siglo XX y que son producto de reflexiones, guerras y posiciones empíricas que han surgido en otras latitudes y que se han presentado como las herramientas para saldar las deficiencias que se presentan en nuestro país en esos campos ya señalados.



A finales de la década de los sesenta del siglo XX y producto de acontecimientos como la Revolución Cubana y los movimientos armados de tipo comunista en América Latina empezó a popularizarse el término de República bananera, del inglés Banana Republic, es un término despectivo para un país inestable, empobrecido y atrasado, cuya economía se sostiene en productos agrícolas o mineros que no son procesados en el país de origen, como ocurrió en Centro América y Colombia a fines del Siglo XX con las Bananas, explotadas por Compañías de Capital Foráneo. Por lo General las Repúblicas Bananeras son representadas, en su estereotipo, encabezadas por un dictador o una junta militar, tal como ocurre en las Novelas de García Márquez como Cien Años de Soledad (García Márquez:1967) y el Otoño del Patriarca (García Márquez,1975), donde se hace referencia, con un sentido muy elevado de la ironía, de la intervención de la “Compañía Bananera” y de los intereses trasnacionales en la vida pública, política y en general de estas repúblicas no desarrolladas.

Otro rasgo presente en los imaginarios de las "repúblicas bananeras" es la incapacidad manifiesta de sus funcionarios en cada aspecto de la vida cotidiana, siendo constantemente representado, por lo menos en las imágenes literarias antes señalada, la constante supervisión de figuras o instituciones trasnacionales, de poder casi absoluto que ejerce un control férreo ya sea mediante sobornos a los gobernantes o por simple ejercicio de su poder financiero o intelectual.

Esta denominación de República Bananera, todavía en uso, fue acuñado por O. Henry, humorista y escritor de cuentos cortos estadounidense, para referirse a Honduras en Cabbages and Kings (1904,). Pareciese que el concepto tan denunciado, en el campo de la política y economía, de República Bananera a fines del siglo XX, pasaron a conformar una especie de dictadura epistémica o cognitiva, sin que por ello hayan surgido protestas serias y fundamentadas. Sin ir muy lejos, The American Psychological Association, y su manual de normas para la estructuración de Tesis y demás trabajos de investigación se han presentado como normas dictatoriales que nadie en su sano juicio osa contradecir a no ser que se arriesgue a sufrir las sanciones de la comunidad del conocimiento. Una postura racional sería la de reflexionar quien le otorgó a The American Psychological Association la capacidad de representar la verdad y la inefabilidad en el campo de la investigación y por que tales procedimientos deben ser seguidos al pie de la letra por las comunidades del conocimiento en los países que ellos mismo llaman del tercer Mundo.

Lo expuesto en el campo de la presentación de trabajos de investigación con patrones trasnacionales, es solo una muestra de lo que ocurre en el campo del conocimiento y resultaría un tanto estéril ubicar todos los campos donde los patrones foráneos actúan de manera insoslayable. En Venezuela particularmente, en el campo de la episteme pueden encontrarse, a simple vista, tan sólo, tres proyectos que se han presentado como originales, el primero de ellos el de Simón Rodríguez, que hablaba de un proyecto orijinal (sic), estableciendo un sinnúmero de pautas y elementos para mejorar por vía estimular la praxis del educando, la calidad general de la educación; este proyecto de Rodríguez, no se encuentra distanciado sin embargo de las pautas paradigmáticas en boga en el contexto europeo y puede hallárseles correlación en los pensamientos de Liberales e Iluministas como Rousseau y Voltaire entre otros.

Las otras dos propuestas que se presentan como aportes de Venezuela, en materia de prácticas educativas, son el Estado Docente de Luis Beltrán Prieto Figueroa y la propuesta de estimular la inteligencia por Luis Alberto Machado. El Estado Docente es una propuesta interesante que le da al Estado la responsabilidad en materia educativa, práctica que no obstante aún cuando no fuera declarada, venía siendo ejecutada desde los tiempos del Imperio romano, para lo cual puede revisarse las reformas que en el campo educativos dictaron algunos emperadores. El Estado Docente no ha sido estudiado con profusión en cuanto a la innovación de prácticas que mejoren la calidad de la enseñanza y del surgimiento de patrones de enseñanza innovadores, antes dicho planteamiento es mencionado en algunos momentos con fines políticos.

En lo referente a la Revolución de la Inteligencia del Dr. Machado, ha quedado en la práctica como un planteamiento excéntrico e inviable sólo se aplicó como un ejercicio empírico por un corto tiempo y que permanece en la memoria docente del siglo XX como una lúdica experiencia, tanto de docentes y alumnos que recuerdan los ejercicios P.N.I., sin que por ello se vislumbre una aplicabilidad de estos enunciados en el futuro educativo de Venezuela.

Un estudio comparativo de la educación en el ámbito mundial, no sólo debe visualizar las bondades de sistemas educativos y procesos cognitivos desarrollados en otra latitudes; debe también de manera obligada observar la originalidad y creatividad que se ha tenido en otras latitudes para desarrollar estas posturas epistémicas, un Estudio serio de educación Comparada no debe ser sólo una propuesta de imitación compulsiva por considerar que el conocimiento proviene de los países llamados desarrollados. En Venezuela, particularmente debe plantearse de manera seria un estudio de las causas por la cuales fracasaron las tres propuestas antes mencionadas, y como pudiesen desarrollarse nuevos criterios cognitivos, que incluso pudiesen presentarse para su evaluación y comparación a la comunidad científica internacional y romper con la silente y admirativa actitud esnobista de ubicar fuera de nuestras fronteras estrategias y recursos para aplicarlos de manera compulsiva en nuestro entorno intelectual.

La acción de aplicar postulados concebidos a estimular el desarrollo cognitivo en otras latitudes, ha adquirido a su vez otros elementos que sugieren que tal práctica debe reflexionarse aún más, sobre todo cuando el carácter universal de la razón y su praxis pragmática en si misma, se ha cuestionado cada vez más, como consecuencia de los nuevos descubrimientos científicos, que en muchos casos se han concebido al margen del uso tradicional de la razón, contradiciendo los márgenes del sentido común y potenciando la creatividad y la imaginación del científico, las naciones y las comunidades del conocimiento. Feyerabend, desde la introducción de Tratado Contra el Método, (Feyerabend, 2007:01) afirmaba que la ciencia es una actividad esencialmente anárquica inspirada en la visión del investigador, pareciera que la producción científica contemporánea refrendara la frase citada por Parra “la muerte de la creatividad es el manual” (Parra, 2006:28).

La globalización es otro elemento que influye de manera inevitable en la valoración de los patrimonios y acervos históricos de las naciones, motivado entre otras cosas, e l uso automático de paradigmas transferidos en las investigaciones científicas. Particularmente en Venezuela, las investigaciones se realizan con arquetipos transferidos de Europa y los Estados Unidos, lo cual implica una negación, a priori, a la posibilidad de construir epistemes y paradigmas nacionales que permitan observar con ojos críticos la realidad, o en el mejor de los casos puede observarse poca estimación a tales construcciones teóricas por parte de las comunidades científicas locales, como ha quedado en evidencia en los modelos de concepción educativa antes señalados.

El Concepto Moderno de sociedad que viene usándose de manera genérica, implica otra dificultad que debe saldarse, tradicionalmente la modernidad parte de la particularización y la especialización, siendo el reloj cartesiano el modelo del mundo (Pacheco: 2008), concibiendo por tanto una concepción universalista del mundo y una homologación de todos los elementos constitutivos de la sociedad; es decir se maneja un solo idioma, una sola razón y una moral ineludible, surgiendo los llamados Meta relatos, ya trabajados hasta el cansancio. La realidad y la visualización de la fragmentación monolítica de la Razón Moderna, ha evidenciado la existencia de grupos y subgrupos, que poseen una racionalización modal que se expresa asimismo con sociolectos determinados y manifestaciones particulares de moral, ética y estética (Pacheco: 2008).

Esta evidencia de la fragmentación modal de la sociedad, evidencia dos puntos vacíos de la discusión que viene haciéndose en torno al Proyecto L.E.U; en primer lugar el docente, perteneciente a un sector determinado de la sociedad, cada vez se va alejando más en sus aspectos valorativos y discursivos de los estudiantes, por lo que debe innovarse en forma impostergable en estrategias didácticas que aporten al docente de elementos interpretativos de la heterogeneidad social y pueda por tanto adecuar su discurso a los múltiples entornos culturales con los que se encontrará en el aula de clase, lo cual implica un esfuerzo que debe partir desde el campo de las ciencias sociales en dotar al docente de un enfoque complejo del proceso educativo.

La complejidad y las nuevas concepciones que parten de la transdisciplinariedad, han evidenciado la debilidad de la concepción simplista sobre disciplinas como la educación y su manera de llevar su discurso a los diversos escenarios sociales, por lo que se hace imprescindible repensar el proceso educativo como un noema complejo. Es obligante, por tanto, tener en cuenta ante una nueva propuesta educativa, el sentido y definición que se le da a la educación, que principios epistémicos sustentan dicho discurso educativo, a quien va dirigido, que principios didácticos se usaran y lo más importante: tener una perspectiva producto del mayor consenso posible si la propuesta que se está planteando recoge el sentir, realidades y necesidades de la sociedad donde pretende implantar; resulta obvio que esta es una tarea para nada simple y representa un reto de construcción, desde un proceso de praxis paradigmática desde la complejidad.

El Otro Punto que queda en evidencia es la manifiesta intensión de saldar las deficiencias que pudiesen haber surgido solo en el campo de la educación universitaria, reproduciendo el esquema moderno de especialización del reloj cartesiano, obviando las reflexiones que en el campo de la epistemología ha adelantado la Teoría General de Sistemas (TGS) surgida a mediado del siglo XX de las reflexiones de Ludwig von Bertalanffy y por demás expuesta en la obra escrita de Miguel Martínez Miguélez. La TGS, sugiere que los fenómenos van más allá de su visualización en el campo de lo real y va a la interacción sistémica del fenómeno con el entorno que le rodea.

Querer adecuar las nuevas exigencias sociales, tan solo a la educación universitaria, es perder la oportunidad de hacer una transformación estructural de la educación en general, y seguir viendo el proceso educativo desde la óptica simplista, sería ignorar las grades debilidades que han quedado evidenciada a raíz de la reflexiones de la sociedad que se han hecho en las últimas décadas del siglo XX y principios del siglos XXI.

Con el debate que se presenta con la propuesta de la Ley de Educación Universitaria se puede, y debe, visualizar la pertinencia e interacción de la educación en todas sus modalidades y crear un proceso vinculante a la pertinencia social de la educación como un sistema con la sociedad venezolana en su conjunto, obviar este desafío significaría perder la oportunidad de conjugar el esfuerzo de los venezolanos en general de visualizar el sentido y necesidades de la educación para los retos de Venezuela en materia de desarrollo integral, hacer lo contario, sería retroceder a la imagen reduccionista del reloj cartesiano al cual se le reparan partes integrantes y sería reducir a la sociedad a una imagen mecánica que ha ido quedando desfasada.





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sábado, 28 de noviembre de 2009

TENTATIVAS DE FORMACIÓN DEL ESTADO NACIONAL VENEZOLANO, ENTRE 1810 Y 1899

TENTATIVAS DE FORMACIÓN DEL ESTADO NACIONAL VENEZOLANO, ENTRE 1810 Y 1899




…Soy lo que todo hombre de conciencia que ciñe espada y lo he sido desde que Venezuela me prestó la de su libertad: un ciudadano armado y nada más…

Juan Crisóstomo Falcón,

Proclama de Palmasola, 1859.



David Ysidro Pacheco Martínez

Cel: 0416-237.37.02. Email: profesor5@hotmail.com

Lilian C. Pérez Espinoza

Cel: 0426-438.60.46. Email: rionilo2000@hotmail.com



David Pacheco, Lic. en Educación, mención Ciencias Sociales, Magíster en Historia; Doctorando en Educación. Profesor y Jefe de Cátedra de Historia de la Educación de la Fa.CE

– UC. Miembro de la Comisión Coordinadora de la Maestría en Historia de Venezuela.



Lilian Pérez, Lic. en Educación, mención Lengua y Literatura. Estudiante de los programas: Maestría en Lectura y Escritura y Maestría en Historia de Venezuela.



Sección: Artículo



RESUMEN



El proceso de Formación del Estado Nacional Venezolano fue un proceso lento y confuso, tratado de forma inadecuada en el análisis de su complejidad. Hasta el momento, se han estudiado de forma fragmentaria algunas de sus partes constitutivas sin llegar a formular hipótesis que expliquen el surgimiento de dicho Estado. Este trabajo se apoya en el paradigma hermenéutico y en las categorías aportadas por la historiografía contemporánea para la organización de las fuentes documentales que plantean las características de los gobiernos venezolanos del siglo XIX. A fin de evidenciar la existencia real de un Estado Nacional Venezolano en ese siglo y la forma como éste coexistió con elementos anárquicos como el caudillismo y la ausencia de vías de comunicación.



Palabras Clave: Tentativas de formación, Estado Nacional, Caudillismo, Gobiernos.





ABSTRACT

The process of formation of the Venezuelan National State, has been a slow and confusing process that has not received adequate treatment in the analysis of its complexity. It has been studied so far off and constituent elements from a fragmented, without analysis or formulate hypotheses to explain the emergence of such State. From the hermeneutic approach and using categories provided by contemporary historiography is organized documentary sources that pose the characteristics of nineteenth-century Venezuelan governments for the purpose of demonstrating the actual existence of a Venezuelan National State in this century and how the same elements coexisted with warlordism and anarchy as the lack of roads.



Keywords: Conformation the Tentative, State National, warlords, governments



Las categorías Estado, País, Nación y Gobiernos son parte de la entelequia del mundo moderno – occidental. Por tanto, son abstracciones carentes de significación para las sociedades precolombinas del Continente americano. Es con la llegada de los europeos de finales del siglo XV, a principios del siglo XVI y la formación de las primeras sociedades coloniales de implantación que se empieza a demarcar y organizar el territorio con criterios occidentales, tales como: Virreinatos, Capitanías Generales, Presidencias y Reales Audiencias, entre otras formas. Con estas figuras burocráticas se rigen, desde la metrópolis española, los territorios conquistados, tanto en lo político como en lo jurídico. Y, se administra el uso y tenencia de la tierra por parte de los miembros de la sociedad que se establecía.

La forma de organización del territorio que actualmente conforma a Venezuela resultó un tanto curiosa con respecto al nomadismo del propio nombre “Venezuela” y al carácter de interdependencia que guardaban entre sí las provincias conformadas en el territorio. El término Venezuela es utilizado por primera vez en la Expedición de Alonso de Ojeda de 1499, por el cartógrafo Américo Vespucci, con la finalidad de crear un paralelismo entre los pueblos que habitaban en palafitos en la laguna de Sinamaica y su Venecia natal. No obstante, cabe señalar, que el sustantivo Venezuela, en sus inicios, designaba únicamente, el lugar donde se encontraban dichos palafitos.

Posteriormente, surgirá la Provincia de Caracas o Venezuela, creada en 1527, con la finalidad de organizar mejor la administración de una determinada parte de los territorios conquistados, denominados de Tierra Firme (hoy Venezuela y Colombia). Su límite occidental estaba situado en el Cabo de la Vela en la península de la Guajira (cerca de la actual frontera entre Venezuela y Colombia), mientras que por el Este su superficie se extendía hasta Maracapana, cerca de la ciudad de Barcelona, capital del actual Estado Anzoátegui. Llegado a este punto, es fundamental insistir en el carácter nómada del vocablo Venezuela, ya que se trata de una realidad traspalada. En otras palabras, Venezuela, nombre empleado para designar las construcciones existentes en la laguna de Sinamaica se aplica por extensión a todo el territorio constitutivo de esta provincia.

Es a partir de la creación de la Capitanía General de Venezuela, en el año 1777, cuando puede hablarse de la existencia de Venezuela como país. Es decir, un nombre aplicado a una realidad concreta (la totalidad del territorio actualmente venezolano). La formación del Estado Nacional Venezolano, durante el período colonial, no se consolidó, debido a que, al ser el Estado en términos básicos una “...Entidad política que preside los destinos colectivos de una sociedad y que ejerce, por esta razón, el poder legal...” (El Pequeño Larousse, 1999: 418), resulta obvio que el Estado que se mantenía activo durante La Colonia era el Estado Español. Puesto que las directrices que regían en lo político, en lo económico y en la conducción social los destinos dentro de los territorios que actualmente conforman a Venezuela, emanaban de la metrópolis española.

Durante el proceso independentista, los conflictos europeos y la incertidumbre política derivada de los acontecimientos suscitados en España, a raíz de la invasión de Bonaparte, aunado a una atmósfera de conflicto social, principalmente entre Blancos Criollos y Blancos Peninsulares trajo consigo la renuncia, algo forzada, de Don Vicente Emparan al cargo de Capitán General de Venezuela, el 19 de Abril de 1810. Este acontecimiento conllevó a la constitución del primer gobierno autónomo de Venezuela, libre de las injerencias del Concejo de Regencia y de la autoridad bonapartista. Los cuales pretendían adjudicarse la autoridad sobre las Colonias del Continente Americano. ( I )

El primer gobierno republicano surgido en 1810, estuvo constituido fundamentalmente por Blancos Criollos. El cual, por estar constituido, casi exclusivamente, por la clase criolla, contribuyó a la profundización del conflicto social existente desde hacía bastante tiempo en Venezuela. Al profundizarse la crisis social, el enfrentamiento entre quienes detentaba el poder de administrar los bienes de La Corona y ejercer la justicia, los Blancos Peninsulares (aquellos que habían nacido en España y que por tradición ocupaban los cargos administrativos del Sistema colonial, ) (II) y los Blancos Criollos, poseedores, de manera casi exclusiva, de las haciendas y fincas productoras de los rubros de exportación, fue inevitable. Ya que a estos últimos, no les convenía en nada, volver a la condición anterior a la renuncia de Emparan, al cargo de Capitán General de Venezuela. Retorno que sería inevitable si retomaba el control en la Provincia el Imperio español.

La justificación política dada por los Blancos Criollos para la conformación de un Gobierno republicano fue la condición de súbditos del Rey de España que compartían sus integrantes con los miembros del Consejo de Regencia. Esta fue razón suficiente para que los criollos se adjudicasen el mismo derecho que asistió a los españoles en España para formar un gobierno que representara la autoridad del Rey mientras éste se encontraba prisionero de Bonaparte. En otras palabras, la situación política española fue el argumento para formar un gobierno representativo de Fernando VII en Venezuela. De hecho, el Gobierno que surge con los acontecimientos del 19 de Abril de 1810, tuvo, desde el punto de vista formal, una doble misión: preservar la autoridad del Rey y, disolverse una vez que el monarca retomara el gobierno del Imperio español.

La presencia e influencia de Francisco de Miranda fue, probablemente, un factor decisivo en el proceso separatista que dio lugar a la conformación del Gobierno republicano. Su propia figura de general exitoso, amante del sistema republicano imbuido de las ideas de la Revolución Francesa es un elemento de peso, en contra de los partidarios de “preservar la autoridad de Fernando VII. Miranda, al retornar a estas tierras, se rodea de personas jóvenes que comparten, mayoritariamente, su opinión de separar Venezuela de los destinos españoles, sin guardar ningún reparo a la autoridad del Rey. En compañía de estas personas, entre las que destacan los Bolívar y los Ribas, Francisco de Miranda crea la Sociedad Patriótica de Agricultura y Economía, al estilo de los clubes franceses. Con el propósito de presionar al Congreso para que declare la independencia total y absoluta de Venezuela con respecto a España. La presión culmina el 5 de Julio de 1810, fecha en que es declarada la Independencia y se instaura un Gobierno republicano, independiente de cualquier injerencia extranjera, no así, de la voluntad divina, tal como consta en el Acta de 1810. Dicho de otra manera, Venezuela, a partir de ese momento, asume propia jefatura, reconociendo, únicamente, la autoridad de Dios, y la legitimidad de un gobierno con capacidad para legislar en pro de sus ciudadanos, en virtud de su condición de ‘Estado libre y soberano’.

Con la Primera República, creada entre 1810 y 1811, se conforma un Gobierno de corte federal, provisto de los elementos jurídicos necesarios para considerarlo como el primer Estado Venezolano. Algunos de los elementos constitutivos de este primer intento son: a) La convocatoria con, cierto éxito, a la instalación de un Congreso Representativo de una porción considerable del Territorio Venezolano (basamento jurídico). b) El reclutamiento de un ejército como brazo ejecutor del Estado (intento de monopolizar las armas). c) Obrar conforme a un sistema ideológico, el Liberalismo. d) existencia de un gobierno autónomo a la metrópolis (III)  española, con un piso jurídico y la pretensión de ejercer la autoridad en la totalidad del territorio de la Capitanía General. Sin embargo, el control efectivo del territorio, por parte de ese gobierno, fue un tanto precario; esto se debió a la existencia de provincias que se oponían, inclusive con el uso de las armas, a la conformación de un Estado autónomo. Tal fue el caso de Coro, punto de partida de la expedición de Domingo de Monteverde que puso fin a la República.

En este orden de ideas, es pertinente insistir en el hecho de que los partidarios de la Primera República fueron fundamentalmente del grupo de los Blancos Criollos, en vista de que la adhesión política al movimiento republicano, de grupos sociales distintos al de los Criollos fue prácticamente nula. Esto se debe, entre otras cosas, al rechazo que suscita la Primera República en el grueso de la población venezolana de 1810 – 1811. Ya que con su instauración se profundiza aún más la crisis social en la Colonia y se agudizan las contradicciones entre los distintos grupos sociales, principalmente, en aquellos que no ven un cambio favorable con la puesta en práctica del Sistema republicano. A esto hay que sumar la cuestión de la esclavitud de los negros, la cual se mantiene incólume aun después de formada la Primera República. La Independencia proclamada el 05 de Julio de 1810, no fue extensible a los negros. Estos continuaron trabajado como esclavos en las haciendas de los nuevos gobernantes del país, los Blancos Criollos, debido a que una suspensión de la misma habría arrojado un saldo negativo para la economía del grupo social gobernante. Por tanto, es deducible el poco entusiasmo de la clase esclava ante el dominio absoluto de los Blancos Criollos.

Los privilegios de clase que ostentaban los Criollos, tales como la asistencia a determinadas iglesias y demás prebendas sociales se mantenían, durante esta Primera República, intactos; en perjuicio de los pardos y demás grupos sociales que querían alcanzar un tipo de igualdad en estos aspectos. Puede afirmarse que el gobierno de la Primera República fue un régimen clasista y excluyente, lo que le ganó la aversión de la mayoría de los grupos sociales existentes en el país. En este sentido, es notoria la debilidad política y militar, y la escasa aceptación que tuvo ese gobierno republicano como consecuencia de los elementos sociales antes señalados; y por la puesta en práctica del sistema federal, en tiempos donde la incertidumbre política originada por la misma república aún no se desvanecía.

El hecho de que España y sus aliados contra el dominio bonapartista, no reconocieran la autoridad del gobierno republicano y que algunas provincias del territorio venezolano (principalmente Coro) se mostrasen renuentes a la autoridad emanada de Caracas son un presagio de las características cruentas que tuvo la Guerra de Independencia. Frente a estos hechos, uno de los desenlaces posibles del conflicto era que Venezuela cayera, nuevamente, bajo la autoridad española. Ante este clima de inestabilidad política era necesaria la consolidación de una fuerte autoridad central, cuyas órdenes fuesen acatadas inmediatamente, en función del ambiente bélico que se avecinaba; cosa que en la práctica no se realizó, ya que imperó lo filosófico sobre lo práctico.

El sistema federal se practicó formalmente en Venezuela por los dirigentes de la Primera República. Según el pensamiento político del momento, la figura de una autoridad que centralizara el poder operativo de la república suponía la ruptura de la independencia de las provincias; era supeditarlas a una nueva especie de tiranía. Este apego al sistema federal sumado a las complicaciones sociales antes mencionadas, conllevó a que no existiese un Estado (en términos reales) durante la Primera República, por cuanto el poder y la autoridad de ese gobierno existieron sólo en el plano formal. La relativa facilidad con que sucumbió ante el empuje de la expedición de Monteverde demostró cuan poco afianzadas estaban sus estructuras.

Debe enfatizarse, que la expedición de Monteverde no tenía la intención de someter al gobierno republicano a la autoridad de España, si no resguardar las fronteras de Coro de las tentativas de las tropas republicanas de reducirlas. Pero, en vista del surgimiento de una serie de acontecimiento como la caída de la plaza de Puerto Cabello y el desconcierto de Miranda ante el estilo de la guerra librada en los escenarios venezolanos, fue inevitable el desplome de la llamada Primera República. Bajo este enfoque analítico, cabe señalar la crítica de Bolívar al sistema federal practicado por este Primer Gobierno Republicano en el Manifiesto de Cartagena. En este documento fustigó su práctica y le adjudicó la caída de la Primera República. Sin embargo, como se ha venido diciendo, es innegable la presencia algunos elementos constitutivos del fenómeno conocido como Estado en ese primer intento de Gobierno republicano.

Durante el transcurso de la Guerra de Independencia fue imposible hablar de la existencia de un Estado Venezolano, por estar el dominio político del país comprometido por los resultados de la guerra, y por el hecho de que las bases jurídicas en las cuales se sustentaban los gobiernos de la Segunda y Tercera República se basaban fundamentalmente en las victorias militares del Ejército Libertador. Estas bases jurídicas fueron, realmente, exiguas, subordinadas a las circunstancias y a quienes detentaban el poder.

En Venezuela, no se consolida un marco legal sino hasta la convocatoria del Congreso de Angostura, por parte de El Libertador. Con el gobierno de la Tercera República, el país adquiere una base legal sólida capaz de encauzarlo hacia la conformación de un Estado. Pero, si tomamos en cuenta, primero, que una gran porción del territorio venezolano se encontraba bajo el control del ejército de Don Pablo Morillo; segundo, que antes de la consolidación del dominio republicano sobre el territorio venezolano con la Batalla de Carabobo se decretó la conformación de la República de Colombia (con Venezuela como parte constitutiva), se puede concluir que el Estado Venezolano no se formó durante el período independentista, ni antes de la desintegración de la República de Colombia. Debido a que, antes de que se diesen las condiciones para presumir la existencia de un Estado, Venezuela formaba parte de la República de Colombia.

Tras la separación de Venezuela de la República de Colombia, y la reconstitución de un gobierno independiente en Venezuela, el país pasó confrontar una serie de problemas de corte político y social. Con la guerra, los campos venezolanos quedaron devastados, la población que antes de la Guerra de Independencia se dedicaba a las actividades agro-pastoriles se desarraigada de sus actividades cotidianas para ser asimilada en las acciones de combate de uno u otro bando; el costo militar de la emancipación y el importe de la restauración administrativa dejaron una deuda financiera con consecuencias depresivas en el ulterior estado económico y social del país (Malavé Mata, 110: 1980). A raíz de esto, los gobiernos que se sucedieron en el país, a partir del 1830, tuvieron que lidiar con el endeudamiento y la paralización del aparato productivo en toda la República.

A propósito de esto, Héctor Malavé (1980), ve en la Venezuela del siglo diecinueve, un contexto socio – político consistente en: crisis política, desorden administrativo, incomunicación interior, carencias de industrias y predominio de capitales ajenos al país; significando de esta manera, el fracaso de los gobiernos improvisados de “la Venezuela decimonónica” (p.105). En estos escenarios de incomunicación e insolvencia fiscal, es fácil deducir que: a) los gobiernos de la Venezuela decimonónica carecieron de fuerza real y control efectivo del territorio venezolano, por cuanto el gobierno con control de la capital, difícilmente podía hacer cumplir su autoridad con eficiencia y eficacia en las provincias del interior del país; como consecuencia de las enormes distancias e inversión de tiempo por parte de los emisarios del gobierno central para dar instrucciones a las autoridades gubernamentales, destacadas en esas regiones. Y, para obtener información de esas provincias, a fin de asentar las bases de gobernabilidad propias de todo Estado. A este respecto el Dr. Ramón J. Velásquez (1999), afirma:

Todavía para el año de 1924 antes de inaugurarse la carretera trasandina, el viaje por tierra entre San Cristóbal y Caracas, verdadera proeza para elegidos, consumía un mes de camino por entre páramos y selvas, y la ruta normal San Cristóbal - Maracaibo - Curazao - Puerto Cabello - La Guaira significaban en el mejor de los casos, diez y doce días de andar continuo al tiempo que le tomaba a las personas trasladarse de un punto a otro del país (p.110).

Por regla, casi general, la mayoría de los gobiernos de la Venezuela Decimonónica llegaron al poder, luego del triunfo de un movimiento armado que, posteriormente, sería legalizado por un congreso que tenía a las puertas de su sede al ejército victorioso y armado que esperaba dicho reconocimiento. Es decir, la legalización formal de un gobierno que, en la práctica, ya había sido instalado. Con el propósito de obtener ese marco de legitimidad, los gobiernos hacían razonar al Congreso; a fin de que cambiase la Constitución o algunos artículos inconvenientes para el ejercicio del poder por parte del caudillo de turno o, simplemente, para entronizar a caudillos dominantes por medio de la designación de testaferros para el ejercicio indirecto de la autoridad presidencial. Tal como lo hicieron con éxito Páez, José Tadeo Monagas y Guzmán Blanco. El modus operandi para instituir los gobiernos era el derrocamiento. Cada caudillo se instalaba, luego de derrocar un gobierno legalmente constituido por un procedimiento similar. De esta forma, se instituyó en Venezuela, una ilegitimidad gubernamental de origen; validada, constitucional, por el poder bélico de sus líderes y partidarios.

El historiador Ramón J. Velásquez, ha explicado, con un ejemplo muy certero, las ideas manejadas en el pensamiento de los caudillos del siglo diecinueve, al señalar la experiencia vivida por Cipriano Castro. Quien, al tratar de sumar a su causa (la Revolución Liberal Restauradora) a los caudillos andinos, entre los que se encontraba el trujillano Rafael Montilla, temible general conocido como “El Tigre de Guaitó”, recibió de este personaje la más sincera y completa de las explicaciones: ‘Dígale al general Castro que mientras me encuentre en libertad me alzo, porque de Guaitó a Miraflores hay menos trecho que de Capacho a Miraflores’ (Velásquez, 1993:115). (IV) Respuesta que fue acompañada de un sinnúmero de alzamientos y sublevaciones ocurridos en 1900, 1901 y 1902.

El fenómeno caudillista, desatado en Venezuela a raíz de la separación de ésta de la República de Colombia adquirió, a lo largo de su desarrollo, características muy particulares que permiten a algunos historiadores, por lo general de corte marxista como Carlos Irazabal y Brito Figueroa, hablar de la figura de un caudillismo feudal. Debido a la presencia de rasgos propios del feudalismo europeo en estos dirigentes y en la forma de administrar el país. Si aceptamos la tipificación de estos historiadores, habremos de convenir en que el grado de feudalización ( V )que eclosionó en Venezuela fue tal, que el control del territorio, por parte de los gobiernos posteriores a 1830, fue, en honor a la verdad, estrictamente teórico; dado que en la práctica, éste se encontraba dividido por caudillos que contaban con sus propios ejércitos, y que en nada dependían del gobierno central.

El otrora Ejército Libertador, al separarse Venezuela de la República de Colombia y extinguirse el peligro de una invasión española al territorio venezolano, disminuyó el número de sus efectivos militares a las órdenes directas del gobierno central. Razón por la cual se fracciona, luego de 1830, en una serie de guerrillas adictas a particulares. Por tanto, en Venezuela, ya no habrá durante un largo período un ejercito venezolano, si no un conjunto de ejércitos caudillistas. Bajo estas circunstancias, es improbable que el país logre, a lo largo del siglo XIX, una estabilidad gubernamental y se encamine hacia una eventual construcción del Estado venezolano. Debido, entre otras cosas, a la falta de vías de comunicación de uso efectivo, y a un acérrimo proceso caudillista que dificultaba el tránsito por el territorio venezolano, frenando todo intento de gobernabilidad.

De la afirmación de Laureano Vallenilla Lanz, sobre la naturaleza análoga de la Guerra de Independencia con las guerras civiles y, por tanto, equiparable al conjunto de guerras civiles que plagaron a Venezuela a lo largo del siglo XIX, algunos historiadores afirman, entre los que destaca Manuel Caballero, que la Guerra de Independencia duró, en consecuencia, cien años (Caballero, 1995: 95); y que tuvo la misma motivación de los conflictos bélicos caudillistas. En otras palabras, fue un conflicto socio – político no resuelto (Carrera, 1996: 120), que trastocó el orden colonial. El cual, al no verse resuelto con la instalación del sistema republicano, impidió a los gobiernos que se instalaban en Caracas, lograr un ordenamiento jurídico y político estable.

Según Carrera Damas (Op.Cit.), es con la Guerra Federal que se soluciona la disputa de la Independencia, y se da otra orientación a la política en Venezuela, sin llegar con ello a pacificar al país. La Guerra Federal cambió el sentido de las luchas armadas en el siglo XIX venezolano. Esto puede corroborarse analizando El Manifiesto de Palmasola, en el cual Juan Crisóstomo Falcón, líder máximo de los federales, se declara como un ciudadano armado que desprecia a los militares de cuartel que hacen la guerra como oficio; y manifiesta ser sólo un hombre de conciencia que ciñe la espada, en búsqueda de la libertad.

El contexto de la proclama de Palmasola, quita al ejército el carácter privativo del ejercicio de las armas como órgano formado en materia de guerra, a partir de la tesis de que todo ciudadano que no esté de acuerdo con alguna disposición gubernamental y la considere injusta, puede alzarse en armas a discreción, como hombre de conciencia que ciñe espada en búsqueda de libertad; es obvio que con esta ideología, evidentemente compartida por los demás caudillos de la Venezuela del momento, el país habrá de ser por largo tiempo un hervidero de opiniones encontradas, decisiones arbitrarias y decretos del gobierno de turno. Situación propicia para los alzamientos constantes, sustentados en la idea de “búsqueda de la libertad”. En este escenario de anarquía política es imposible hablar de la existencia de un Estado Venezolano el siglo diecinueve.

El siglo diecinueve, en Venezuela, fue el siglo del caudillismo y las guerras intestinas que impidieron alcanzar una unidad política duradera. Guzmán Blanco, uno de los gobernantes que gozó, probablemente, de mayor estabilidad en el ejercicio de poder, tuvo que recurrir a la fórmula, nada confiable, de las alianzas de honor, del compadrazgo y del ofrecimiento de la “amistad presidencial” para comprobar con su compadre Francisco Linares Alcántara la fragilidad tales alianzas.

La constitución de 1881, llamada la constitución Suiza (Velásquez, 1993: 115), fue otro intento de El Ilustre Americano por controlar el “cuero seco” en el que, a su juicio, se había convertido el país por la cantidad de sublevaciones que se sucedían a lo largo y ancho del territorio. Con la constitución de 1881, se reducen a nueve los veinte estados en que estaba dividida Venezuela, con el propósito de disminuir el número de caudillos con los cuales negociar la estabilidad de Venezuela. Esta constitución fue desaprobada por los generales con tropa dispersos por el país; quienes se negaban a renunciar al derecho a reclamar, en su debida oportunidad, el ejercicio del poder. Los caudillos cercanos a Guzmán no objetaron, abiertamente, el cambio de constitución por no incurrir en los enojos del jefe de turno, pero este comportamiento no es un indicativo de aprobación.

Entre los méritos de Guzmán Blanco, en el proceso de unificación nacional, puede contarse, entre otros, la creación del Registro Civil. Esta acción dio al gobierno la facultad de controlar, en todo el país, el índice de natalidad y mortalidad; y administrar, al mismo tiempo, la estadística poblacional del país.

De igual manera en su política, también, cabe contar, el surgimiento del Culto a Bolívar, durante el Quinquenio. Otorgando con ello, un sentimiento de unidad nacional a la población venezolana, inexistente, hasta ese momento, en la conciencia del venezolano, separados por la inexistencia de vías de comunicación efectivas. El Culto a Bolívar brindó a los venezolanos la oportunidad de reencontrarse con un pasado histórico común, la Guerra de Independencia, cuyo líder indiscutible fue El Libertador. Otro de sus méritos fue el decreto de instrucción pública, que permitió, en teoría, la masificación de la educación; y fungió como elemento divulgador del Culto a Bolívar, elevando de forma desmesurada la adhesión a El Libertador, hasta el punto de constituirse en una religión laica y patriótica, de acuerdo con Manuel Caballero, (1995:118).

La última década del siglo diecinueve no fue menos sangrienta, ni estuvo menos exenta del fenómeno caudillista. Venezuela, en esta época, estuvo bajo la poderosa influencia de Guzmán Blanco, quién al marcharse, definitivamente, a Paris, dejó un clima político beligerante; abierto a las disputas por control del gobierno y del Partido Liberal. Ante un terreno abanado para la contienda política, los crespistas, rojistas y anduecistas van a disputarse el control político del país con un nuevo y común adversario, el general Manuel Hernández, representante de las ideas conservadoras y, por tanto, enemigo de los liberales, sucesores de Guzmán Blanco.

La lucha por el poder en la década de 1890, va a conducir a una serie de acontecimientos que marcarán el proceso histórico – político en Venezuela. Entre estos hechos destacan, la Revolución Legalista que entroniza a Crespo en el poder y la muerte del propio Crespo, en la Mata Carmelera, combatiendo contra las fuerzas del mochismo. Y la presencia de Ignacio Andrade como gobernante político del país, quién, al quedar libre de la influencia de Crespo, quiso repetir las actuaciones continuistas de Raimundo Andueza Palacios, al tratar de modificar la Constitución para alargar su permanencia en la Presidencia de la República.

Esta intensión continuista de perpetuarse en el poder, dio argumentos para volver al escenario político al general Cipriano Castro, caudillo de una zona remota del país; quién comenzó sus actuaciones como un oscuro diputado del estado Los Andes. Anterior a esto, Castro resultó perdedor en 1892, junto a su compadre Juan Vicente Gómez, cuando apoyaron los planes continuista de Raimundo Andueza Palacios; pagando por ello, años de exilio en Cúcuta, tras ser derrotados por las fuerzas legalistas de Crespo. Con esto, Andrade les dio argumentos suficientes para reaparecer en la escena pública.

La caída del gobierno de Andrade es sumamente significativa para explicar el estado de descomposición política por el que atravesó Venezuela, luego, de que éste formulara sus planes continuistas en el poder. Castro con sesenta hombres traspasó la frontera de Colombia con los andes venezolanos para oponerse a dichos planes y tras una serie de rápidas victorias, entre las que destaca la Batalla de Tocuyito, ocupó la ciudad de Valencia, dejando, no obstante, el resto del territorio ocupado por las tropas leales a Andrade; quién mantenía mediante la fórmula de las alianzas tradicionales con los caudillos, el control de Venezuela.

Luego de la Batalla de Tocuyito, las tropas de Castro, un declarado liberal, alcanzaban una cifra de 1250 hombres, contando las tropas mochistas, contrarias, evidentemente, al Partido Liberal, del general Acosta. El gobierno, por su parte, instala su cuartel general en La Victoria con 4.000 hombres, bajo el mando del General Luciano Mendoza, esto sin contar con las tropas de los generales Rolando y Riera que desde Coro y el Oriente, respectivamente, esperaban órdenes de Andrade para marchar contra Castro.

Ignacio Andrade confrontaba, en ese momento, una grave crisis política que atentaba contra su autoridad. El general Hernández, el Mocho, se encontraba prisionero del gobierno en los calabozos de la Rotunda. Sin embargo, desde allí, era objeto de las simpatías de miles de partidarios que daban por descontado que el Mocho saldría de la prisión para ponerse al frente de la Presidencia, y poner fin a las pretensiones de Castro; quien, desde Valencia, amenazaba con tomar el poder. Entre los comprometidos en la conspiración de entregar el poder a los nacionalistas del Mocho Hernández, se encontraba el Vicepresidente de la República, general Víctor Rodríguez, de ahí, el impedimento del presidente Andrade de trasladarse al lado de Luciano Mendoza y asumir la dirección de la guerra en contra de las tropas de Castro.

Extrañamente, el presidente Andrade no hace uso de la ventaja numérica y estratégica que posee ante Castro y ordena al general Luciano Mendoza entrar en conversaciones de paz con el enemigo. Esta misma orden es dada al general Manuel A. Matos, quien debía llegar a Valencia por la vía de Puerto Cabello con el propósito de no enterar al cuartel general de las tropas del gobierno, de los objetivos de su embajada; la cual, como ya se dijo, era similar a la asignada al propio general Mendoza, Comandante de las tropas del gobierno. Es obvio, que el presidente Andrade desconfía de todos.

Esta Desconfianza del presidente Andrade le obliga a actuar a espaldas de sus aliados, situación que se evidencia el 19 de Octubre de 1899, cuando, en plena negociación de paz, huye del país dejando el poder en manos de Castro. Cipriano Castro hace su entrada triunfal en Caracas sin haber disparado un sólo tiro, luego de la victoria de Tocuyito, acompañado de Luciano Mendoza, así como de otros militares a quienes se había asignado la tarea de detenerlo y proteger al Gobierno del general Ignacio Andrade. La llegada de Castro al poder con el lema “Nuevos Hombres, Nuevos Ideales, Nuevos Procedimientos” y apoyado por sus propias tropas andinas, además de las tropas “godas” del mochismo y de todas las diferentes facciones del partido liberal, incluidas las que Andrade había dispuesto para frenar el avance de Castro y su Revolución Liberal Restauradora, demuestra la facilidad con que los caudillos de la Venezuela decimonónica, podían cambiar sus acuerdos tácticos y ponerle fin al gobierno constitucional por “el bien de la República”.

El gobierno de Cipriano Castro, en líneas generales, se caracterizó, principalmente, por dos hechos: una total falta de negociación con el resto de los caudillos, y por tratar de fortalecer la autoridad presidencial. De hecho, Castro será el primer presidente que viole la normativa federal de solicitar autorización a los Presidentes de Estado para movilizarse por su territorio a voluntad. Otro elemento puntual del gobierno de Castro, fue el interés despertado en el siglo veinte por los hidrocarburos existentes en el país. A partir de ese momento, los países extranjeros buscaron, rápidamente, obtener, mejorar, o alargar las concesiones sobre zonas de Venezuela, tales como el lago de asfalto en Guanoco.

De la misma manera, se puede atribuir al Presidente Castro, haber cambiado el estilo de hacer la guerra en Venezuela. Las cargas de macheteros a caballo pasan a ser cosas del pasado, en vista de que el Presidente se ha propuesto modernizar al ejército gubernamental, al que comienza a llamar de Venezuela. En el mensaje de Castro a la Asamblea Nacional Constituyente de 1901, el Presidente hace una serie de alusiones a los errores de los gobiernos pasados, haciendo énfasis en su propósito de enmendarlos; denuncia, asimismo, los casos de corrupción y de compras ficticias, al igual que las deudas vigentes con instituciones extranjeras que aparecían en los Libros de administración pública como canceladas.

Sin embargo, el punto más interesante de su discurso es la información que da sobre la modernización del ejército. Sobre este aspecto, Castro informa a los presentes que ha aumentado el número de batallones a treinta, mejorado el rancho y el vestuario de los soldados y ha provisto de armas a toda la oficialidad. También, señala el aumento del parque de reserva a cuarenta mil fusiles (igual al armamento utilizado por los ejércitos europeos) con su debida provisión de cápsulas. Asimismo, informa que su gobierno ha adquirido dos trenes de artillería de montaña (inexistentes hasta entonces en Venezuela), ha mandado a confeccionar en Manchester, el uniforme para las tropas. Y ha sustituido la cartuchera por el garniel e implementado el uso del morral para mejorar la capacidad de movilización de las tropas. Es evidente la sentencia de muerte, implícita en la arenga presidencial, destinada a desalentar cualquier levante caudillista. Con esto se pone fin a la forma tradicional de ejercer el poder y de hacer la guerra en Venezuela (Velásquez, 1993:115).

La Revolución Libertadora fue el último intento serio del caudillismo tradicional por mantenerse vigente en el país. Frente a las viejas tácticas, el anacronismo de los recursos y la pluralidad en el comando de las tropas de la Libertadora, Castro opone los nuevos recursos adquiridos en el exterior, una unidad en el comando de tropas, que recaía en su persona y el uso del ferrocarril de Venezuela para el trasporte de personal y recursos. El éxito de los revolucionarios, pese al financiamiento internacional, estaba de antemano condenado al fracaso.

Mucho se ha dicho, en Venezuela, sobre la influencia y el financiamiento a la Revolución Libertadora por parte de las potencias económicas de Europa, debido a que Castro se negó a aceptar los montos de la deuda presentada por estos países, alegando apreciaciones mucho menores a las presentadas ante la Cancillería del país. Y sobre el conflicto con la New York and Bermudez Company y la General Asphalt Company por la extensión de la concesión sobre el asfalto de Guanoco, y el deseo del Presidente de otorgar a terceras partes la concesión de dicho asfalto. Por todo esto, Castro se convirtió en un elemento contrario a los intereses del capitalismo internacional en Venezuela.

El conflicto directo de Venezuela con las potencias europeas se presentaría el 09 de diciembre de 1902, cuando la flota combinada de Inglaterra y Alemania, a las que luego se sumaría la armada italiana, bloquearon los puertos venezolanos con la intención de cobrarse por la fuerza los montos negados por Castro. La pretensión alemana sobre la isla de Margarita y la inglesa sobre el Delta de Orinoco, aunado a la ardiente proclama de Castro, favoreció la unidad política a favor del Presidente, y en contra de las potencias agresoras.

Lo enervante de la proclama de Castro que habla de “la planta insolente del extranjero” y de la felonía de atacar al país oponiendo grandes barcos a la pequeña flota venezolana, atracada en los fondeaderos, a la espera de ser reparados, estimula sagazmente el patriotismo en la oposición venezolana de 1902, que hasta ese momento, se empeñaban en reconquistar el poder, perdido en manos de los andinos. A raíz de estos acontecimientos, se libera al Mocho Hernández, quien expresa, públicamente, su respaldo a Castro y al Gobierno que éste representa. La situación creada a partir del bloqueo, encuentra solución, más allá de las fronteras venezolanas, con la invocación de la doctrina Monroe y la decidida actuación del ministro de Estado Unidos en Venezuela. No obstante, algo quedó claro: Castro, precursor del Estado Nacional Venezolano, no era considerado por la comunidad internacional como el presidente apropiado para Venezuela.

El suave desplazamiento del poder con el que Cipriano Castro sale de la Presidencia no recibió crítica internacional alguna, mientras Gómez, por el contrario, gana el apoyo de las potencias extranjeras; quienes lo respaldan en sus planes de reconstrucción de la confianza nacional. La fórmula para salir de Castro fue muy sencilla: al enfermar éste de gravedad y verse en la necesidad de viajar al extranjero para hacerse operar, se ve en la obligación de encargar la Presidencia a su compadre, Juan Vicente Gómez. Éste, que para el momento ocupa el cargo de Vicepresidente, manifiesta, al poco tiempo de asumir el poder, haber interceptado un mensaje, que decía “la culebra se mata por la cabeza”, cuyo remitente es, supuestamente, Castro.

El Vicepresidente en ejercicio del Ejecutivo acusa, ante los tribunales del país, al Presidente Castro de intento de asesinato. Lo cual, sumado a nuevas evidencias (IV) obtenidas durante el proceso judicial que investigaba el fusilamiento, sin fórmula de juicio, del general Antonio Paredes, que incriminan directamente al Presidente desplazado, motivó a los tribunales a separarlo definitivamente del poder, y a encargar, provisionalmente, de la Presidencia de la República a Juan Vicente Gómez. El resto, es historia conocida, Gómez gobernará con mano dura, directa o indirectamente a Venezuela durante 27, años, y sólo la muerte lo hará abandonar el poder. El Benemérito general Juan Vicente Gómez, muere en Maracay, el 17 de Diciembre de 1935.













REFERENCIAS

Caballero, M. (1995). Ni Dios Ni Federación. Caracas. Editorial Planeta.

Caballero, M. (1997). De la “Pequeña Venecia” a la “Gran Venezuela”. Caracas, Monte Ávila Editores, Vicerrectorado Académico Universidad Central de Venezuela.

Caballero, M. (1998). Maldición y Elogio del Siglo XX. Caracas. Fundación C.E.L.A.R.G.

Caballero, M. (1998). Las Crisis de la Venezuela Contemporánea. Caracas, Monte Ávila Editores. Contraloría General de la República.

Carrera Damas, G. (1983). Jornadas de Historia Crítica. Caracas, Ediciones de la Biblioteca Universidad Central de Venezuela.

Carrera Damas, G. (1984). Una Nación Llamada Venezuela. Caracas. Monte Ávila Editores.

Carrera Damas, G. (1988). Formación Definitiva del Proyecto Nacional. Caracas. Cuadernos LAGOVEN.

Carrera Damas, G. (1995) La Disputa de la Independencia y otras Peripecias del Método Crítico de Ayer y de Hoy. Caracas, ediciones G.E.

Gil Fortoul, J. (1976). Historia Constitucional de Venezuela. (Colección Biblioteca Simón Bolívar. Tomos IX, X, XI, XII). México.

Vallenilla Lanz, L. (1994). Cesarismo Democrático. Caracas. Monte Ávila Editores.

Velázquez, R. J. (1987). Los Pasos de los Héroes. 4ta ed. Caracas. Edición Homenaje del Congreso al autor.

Notas.

I Los franceses habían enviado al comandante Paul de Lamanan al mando de la fragata francesa“Le serpent” con la intención de hacer que las autoridades venezolanas reconocieran la autoridad del ”Rey” José Bonaparte, esta comisión llegó al puerto de la Guaira el 14 de Julio de 1808, y fracasó en su misión, al oponerse los Blancos Criollos al dominio francés y obligar al Capitán General De las casas a jurar fidelidad a Fernando VII.

II Este conflicto social es llamado por Carrera Damas” Crisis de la Sociedad Colonial Implantada” y se caracteriza por su complejidad, y por motorizar en cierto modo el desarrollo histórico venezolano durante el siglo XIX.

III Aún cuando esta autonomía era precaria y se debía en gran parte a la debilidad de España para el momento, por encontrarse sumida en sus luchas con los ejércitos napoleónicos.

IV Tal respuesta, no solo explica la naturaleza de los alzamientos de principios del siglo XX, si no de todo el siglo XIX.

V Brito Figueroa y Carlos Irazabal con frecuencia mencionan en sus obras el carácter feudal de Venezuela.

VI Las nuevas evidencias encontradas, fue un telegrama aportado por el hermano del general Antonio Paredes, remitido por Castro desde la Guaira y que decía: “Decadactilo, Uterino, Data, Inminencia, Irebel, Débilmente, Fuste, Abadejo, Paruro, Husmeo, Subclase, Ofrecimiento. Avíseme Recibo. Husmeo Cuña D y F Cipriano Castro “, lo cual al descifrarse, traducía: 13 de Febrero _ 3 p.m. General Luis Varela _ Ciudad Bolívar. _ Debe Ud. Dar inmediata orden de fusilar a Paredes y su oficialidad. Avíseme Recibo y Cumplimiento. D Y F., Cipriano Castro.

martes, 24 de noviembre de 2009

La Utopía de la Venezuela Colonial

UTOPÍA DE LA VENEZUELA COLONIAL…  ORIGEN DEL ESTADO – PAÍS

UNA REFLEXIÓN HISTORIOGRÁFICA


                                                              …L'État Je Suis…
                                                                       Luis XIV.



David Ysidro Pacheco Martínez
Lilian Carolina Pérez Espinoza


Resumen

La conformación del Estado Nacional Venezolano es un componente esencial de la historia de Venezuela que reviste una rara complejidad dentro de la historiografía venezolana. El cual, pese a haber recibido un extenso tratamiento de algunos acontecimientos como por ejemplo, el Proceso de Conquista Española de los siglos XV y XVI, la formación, asentamiento y evolución de la sociedad colonial venezolana en el devenir sociopolítico que experimenta Venezuela desde su formación hasta nuestros días no ha recibido un estudio pormenorizado que explique los mecanismos que operaron para la conformación de dicho Estado y de los fenómenos que tal hecho motivó en el proceso histórico venezolano. Producto de esa situación de desatención se crea un vacío historiográfico que dificulta la comprensión global del proceso generatriz de la propia historia política de Venezuela.



Palabras Clave: Conformación del Estado Nacional, Utopía, República, Historiografía.



Summary

The conformation National Venezuelan State, it is an essential component of the history of Venezuela that re-dresses a rare complexity inside the Venezuelan historiography, and that weighs is necessary to have received an extensive treatment of an isolated and punctual way to constitutive facts fell like: the process of Spanish conquest of the XVth and XVIth century; the formation, accession and evolution of the colonial Venezuelan society and develops Politics of the society that has experienced Venezuela from his formation to the current importance; it has not received a detailed study that explains the mechanisms that operated for the conformation of such a National State and of the phenomena that such a fact motivated in the Historical Venezuelan Process. This disregard has created an emptiness Historiography that has impeded the global comprehension of the process Initial of the own political history of Venezuela.



Key words: National State conformation, utopian Republic, Historiography.



Abordar el origen teórico – práctico del Estado en el ámbito mundial es, en estos momentos, una tarea fatua y poco productiva. En vista de que este tema ya ha sido ampliamente trabajado por la Filosofía del Derecho, el Derecho Constitucional, la Sociología, las Ciencias Políticas, y la Etología, entre otras ciencias, con excelentes resultados. Por tanto, el objeto del presente estudio no es el de establecer una teoría genealógica que explique el origen del Estado Nacional Venezolano.

Nuestro trabajo es más concreto, puesto que se centra en explicar el proceso que conllevó a la formación del Estado Nacional Venezolano. No obstante, cabe señalar, que para explicar una realidad concreta como el proceso de construcción de un Estado es imprescindible tener como marco de referencia las investigaciones teóricas que se ocupan de explicar el origen del mismo como realidad histórica (tal es el caso de las ciencias antes señaladas). Es por ello, que sin pretender ahondar en el campo de la genealogía del Estado, se revisó para efectos de este estudio, un conjunto de corrientes del pensamiento humano, cuyo eje central es el problema del surgimiento del Estado y las implicaciones que el mismo ha traído consigo.

El nombre “Estado”, fue difundido por Maquiavelo, con la publicación del Príncipe. Sin embargo la palabra no la introduce Maquiavelo. De hecho, el autor no habría podido emplear el vocablo, si éste ya no existiese. Pero es con esta obra que dicho término comienza a tomar relevancia para sustituir los términos tradicionales que hasta el momento se habían utilizado para referirse a "... la máxima organización de un grupo de individuos sobre un territorio en virtud de un poder de mando...” (Bobbio, 86:1994).

A partir de la publicación del Príncipe, historiadores, sociólogos, filósofos y jurisconsultos comienza el debate sobre el origen real del Estado. Hay quienes ven en éste un paso natural del estado de naturaleza a la res publica. Lo que implica una visión de la organización de la sociedad en forma de gobierno como la organización de una especie de Estado. En este orden de ideas pudiese hablarse, por ejemplo, de un Estado Romano y de ciertos tipos de Estados Medievales. Al respecto Bobbio advierte sobre los cambios observados en Roma al paso del regnum a la res publica y de ésta al pricipatus.

El autor puntualiza la idea con una cita de Cicerón ‘ rem publicam verbo retinemus, re ipsa vero iam pridem amisimus’ (Cicerón, de res publica, I, 26,42; (tomada de Bobbio, 98:1994). Para este investigador, Cicerón demuestra con esa frase estar consciente de la ambigüedad del término res publica, y de tener clara la distinción entre la república como forma de gobierno específico de la Roma republicana y otras formas de gobierno. Siguiendo al mismo autor, sólo existía una palabra de género para designar las diversas formas de gobierno: civitas. La cual es interpretada como paso natural del estado de naturaleza al estado social o civilizado.

Sin embargo, ya en los tiempos de Maquiavelo, el término civitas era utilizado solamente por las personas que hablaban en lengua vulgar. Tales reflexiones son abonadas con las opiniones más recientes de Adam Ferguson: “... el nacimiento del Estado representa el paso de la época primitiva, dividida en salvaje y bárbara, a la época civil, donde ‘civil’ significa al mismo tiempo ‘ciudadano’ y ‘civilizado’...”(Adam Ferguson, (tomado de Bobbio, 98:1994); a lo cual, Bobbio acota los señalamientos de autores como Vico y los señalamientos de Charles Morgan, sobre las organizaciones que diferenciaron al hombre civilizado del primitivo y salvaje.

El trabajo de Bobbio reviste vital importancia para la realización de un estudio genealógico del Estado, debido a que plantea dos teorías aparentemente antitéticas con respecto a la formación del Estado. Las que señalan la formación de este fenómeno histórico – político a partir del paso del hombre del estadio de salvajismo a las formaciones socio- históricas medianamente organizadas, como las señaladas con anterioridad, y las que este autor denomina discontinuas, que parten del nacimiento del Estado a partir de la modernidad.

Sin ánimo de entrar en la polémica relativa a la teoría sobre la continuidad del Estado, que afirma que el mismo ha existido desde la época de la formación de las sociedades medianamente organizadas como paso normal del estado natural a una sociedad civilizada “no natural”, y la teoría sobre la discontinuidad del Estado que plantea la aparición de éste como una realidad histórica – política surgida con la modernidad. Se hace énfasis, no obstante, en las diferencias formales que presentan las formas de organización del Imperio Romano y en los gobiernos de sociedades altamente desarrolladas y anteriores a él, como las que se dieron al norte del Continente africano. Así como en los gobiernos de las Ciudades – Estado Griegas. Puesto que estas formas de organización política difieren en todo al concepto moderno de Estado tal como es entendido, comúnmente, en el ámbito de las ciencias sociales.

Con base en lo antes mencionado, se puede afirmar que el Estado Venezolano, surgido en fecha posterior a los acontecimientos relacionados a la modernidad, no guarda relación con esas formaciones señaladas por las Teorías Continuas del Estado, si no más bien con el llamado Estado Moderno. Es conveniente recordar que el Estado Venezolano no nace con la implantación española en el territorio actualmente venezolano, si no que éste, es una institución surgida en una fecha posterior, siendo el Estado Español el que estará vigente en la Venezuela colonial.

Retomando la idea de Bobbio, en cuanto al término Estado, es evidente que es con Maquiavelo que este vocablo comienza a ser moneda de uso corriente en la reflexión de historiadores, juristas y pensadores políticos, “... siendo una realidad desconocida para los escritores antiguos, (...). De manera que sería oportuno hablar de ‘Estado’ únicamente para las formaciones políticas que nacen de la crisis de la sociedad medieval y no para las formaciones anteriores...” (Bobbio 89: 1994).

El Estado es, por consiguiente, una formación moderna, que concentra el poder de mandar en un territorio determinado, reservándose el monopolio de servicios esenciales para el orden interno y externo, tales como la legislación del derecho y el uso exclusivo de la fuerza como medio coercitivo para los reticentes a cumplir sus dictámenes. Una de las definiciones más acertadas del Estado, según la opinión de Bobbio, es la de Max Weber, quien observó en el proceso de formación del Estado Moderno un fenómeno de expropiación por parte del poder público de los medios de servicio como las armas. De estos planteamientos, surge la concepción weberiana, según la cual, el Estado posee dos elementos constitutivos: la presencia de un aparato administrativo que tiene la función de ocuparse de la prestación de los servicios públicos, y el monopolio legitimo de la fuerza.

La Episteme tejida entorno al tema del Estado, reviste una manifiesta complejidad, motivado, tal vez, a la multiplicidad de corrientes del pensamiento que se han esgrimido con el fin de explicar la realidad organizativa en el campo de la dirección de las estructuras sociales altamente desarrolladas. Sin embargo, los estudios relacionados al tema del Estado, se profundizaron después de los acontecimientos que conllevaron a la Revolución Francesa, convirtiéndose en un tema casi recurrente por autores como Montesquieu y Rousseau . Debido a esto, podemos decir con toda propiedad que se trata de un concepto moderno, nacido de una racionalidad acorde con principios hermenéuticos de organización evolutiva con fines de alcanzar el progreso.

La noción de Estado, bajo este prisma, es un vástago del paradigma moderno, por cuanto es él, el llamado a dirigir a los grupos sociales existentes dentro de su campo de acción hacia la organización social y la búsqueda del orden, que indudablemente conducirán al progreso y, por ende, a la felicidad de los pueblos. Visión ésta por demás correspondiente con la concepción utópica de la Modernidad. En otras palabras, el uso de herramientas conceptuales propias de la modernidad en fechas anteriores a la Revolución Francesa es, en este orden de ideas, un acto erróneo que conducirá, necesariamente, hacia uno de los errores más comunes de apreciación de fenómenos historiables: el anacronismo histórico. Aún cuando puedan apreciarse antecedentes del Estado en Roma, el resto del mundo antiguo o incluso en sociedades medievales altamente desarrolladas.

La circunscripción de este trabajo a la formación del Estado Nacional Venezolano es un hecho indiscutible, pero, no por eso podemos pasar por alto las consideraciones respecto al Estado de Nicola Abbagnano y Dagoberto D. Runes, y el término acuñado por Maquiavelo para designar una organización de tipo política, altamente desarrollada que organiza a la sociedad (Abbagnano, 448:1997) y (Runes,128:1994), puesto que adquieren una importancia vital a la hora de construir el basamento teórico de la presente investigación.

Es evidente que en los sus escritos de los autores antes mencionados no se observa ningún señalamiento sobre el Estado en fecha posterior a la Modernidad. No obstante, es innegable la existencia de posiciones particulares como las surgidas dentro del campo del Materialismo Histórico – Dialéctico. El Estado, desde esta posición, es una forma de dominio de las clases dominantes a las clases dominadas. Si bien, cabe señalar, que esta concepción no erradica al Estado de las fronteras de la Modernidad. (Tomada de Frassato, Sd.)

Como ejemplo de lo señalado con anterioridad, podemos citar el concepto de sociología del desarrollo manejado por Alaín Touraine, el cual no deja de ser notorio a la hora de dejar entrever el tratamiento teórico que dicho investigador elabora de la relación entre sociedad y modernidad:

Es imposible llamar moderna a una sociedad que busca ante todo organizarse y obrar de conformidad con una revelación divina o con una esencia nacional. La modernidad no es solo cambio puro, sucesión de acontecimientos; es difusión de los productos de la actividad racional, científica, tecnológica, administrativa. Por eso, la modernidad implica la creciente diferenciación de los diversos sectores de la vida social: política, economía, vida familiar, religión, arte en particular, pues la racionalidad instrumental se ejerce dentro de un tipo de actividad y excluye la posibilidad de que algunos de esos tipos esté organizado desde el exterior (Touraine, 17: 1995).



La anterior cita no deja de ser explícita en el análisis de los tópicos antes señalados, pudiéndose extraer de igual forma el concepto de Modernidad manejado por Touraine. Para este autor, una sociedad moderna es la que se ha despojado del misticismo religioso de épocas superadas, como la del medioevo donde imperaban principios gnósticos y sensacionales derivados del profundo apego religioso del epocal (Touraine,18:1995).

De igual manera, se puede deducir que la formación del Estado Nacional Venezolano como fruto del desarrollo histórico de la sociedad venezolana, entra dentro de la clasificación de lo que Touraine ha denominado como moderno. Dado que al estudiar el proceso histórico venezolano no se ubican acontecimientos místicos, gnósticos o de éxtasis religioso que hallan vigorizado de manera efectiva la historia constitutiva del país. Y, sí, contrariamente, puede evidenciarse cómo el deseo de insertar a Venezuela dentro del mercado capitalista mundial ha motivado, entre otras cosas, la independencia de Venezuela con respecto a España (paso esencial para la formación del Estado Nacional Venezolano).

La Formación de Venezuela como País

A primeras luces este subtítulo, presentado a manera de afirmación, puede despertar recelos en más de un investigador de los procesos históricos. Profesionales celosos del análisis fidedigno de los acontecimientos del pasado, motivados por el uso indiscriminado de herramientas conceptuales que en el tratamiento de la historia de Venezuela pueden prestarse a confusiones. La confusión en el manejo de términos no puede derivar sino a conclusiones erradas y al empleo inexacto del léxico profesional. En tal sentido, el conocimiento histórico, producto del mal uso de las herramientas historiográficas reproduce la construcción de sofismas históricos que redundan en un cabal desconocimiento del proceso histórico venezolano.

En el caso concreto de la investigación que nos ocupa, debemos advertir sobre el empleo del término: País, el cual tiene una connotación meramente geográfica. De ahí que pueda definirse como: “… [un] Territorio que constituye una unidad geográfica o política, limitada natural o artificialmente...” (El Pequeño Larousse, 747:1999). Es decir, que se trata de un de un término esencialmente geográfico. Estrechamente vinculado con el nombre que se le da a un territorio determinado, enmarcado en fronteras delimitadas. Por tanto, no debe confundirse con el Estado, ni con la Nación. Términos con los cuales se racionalizan otras realidades que explicaremos más adelante.

En la ubicación teórica de la conformación de Venezuela como país, es necesario iniciar el recorrido a partir de la llegada del Almirante Cristóbal Colón a una parte del territorio que actualmente se conoce como Venezuela. Un dato bastante difundido, sobre este acontecimiento es que el Almirante murió con la certeza de haber llegado a la India por su parte más occidental. Colón jamás se percató que había llegado a un territorio del cual Europa no tenía conocimiento hasta el momento del arribo de su expedición de octubre de 1492. En su tercer viaje de agosto de 1498, el Almirante arribó a tierra firme, en las actuales costas de Paria, específicamente en el pueblo de Macuro, en el Oriente venezolano. Cabe señalar sobre este particular dos datos importantes: primero, Colón no utilizó apelativo alguno para designar el territorio donde desembarcó. Segundo, él no tenía ni la más remota idea de la extensión real de lo descubierto, ni de la existencia de fronteras o de gobiernos que ejercieran un dominio total sobre una determinada extensión de terreno.

Sobre este particular, Malavé Mata (41:1980), advierte con gran claridad que las comunidades indígenas prehispánicas no constituían una unidad económica. Asimismo, señala la existencia de diversos estadios de evolución social entre las comunidades que habitaban los territorios del Nuevo mundo desde antes de las campañas de conquista de los europeos de principios del siglo XVI. Con base en este contexto socio – histórico, señalado por el autor, podemos concluir el carácter heterogéneo de estas sociedades, además del uso y organización que del espacio hacían estos primigenios habitantes del continente.

De lo antes expuestos puede deducirse la imposibilidad de que estos grupos sociales lograsen un acuerdo para designar un territorio limitado por fronteras, dado que carecían de una unidad política – económica, desde la concepción moderna, propia de la cultura occidental. El aborigen latinoamericano demarcaba sus “fronteras” por el uso que hacía del espacio, sin la elaboración de los límites rígidos y constantes que caracterizan las políticas limítrofes en la actualidad.

Venezuela es el único nombre que se ha utilizado, hasta el momento, para definir la totalidad del territorio que actualmente está enmarcado dentro de las fronteras venezolanas. Pero este nombre no es usado durante las expediciones colombinas, si no con la expedición de Alonso de Ojeda (1499), cuando Américo Vespucci, al observar los pueblos palafíticos del sur del Lago de Coquivacoa (hoy Lago de Maracaibo), lo bautizó con el nombre de Venezuela. Estableciendo un curioso paralelismo entre los palafitos y las características geográficas de su Venecia natal.


Es necesario destacar que el uso del sustantivo Venezuela que realiza Vespucci se circunscribió, exclusivamente, a los espacios ocupados por los palafitos en la laguna de Sinamaica. Para que el vocablo Venezuela fuese efectivo para designar la totalidad del territorio que actualmente constituye la República Bolivariana de Venezuela, tuvo que desarrollarse una serie de acontecimientos de carácter político, social y económico dentro del propio territorio “venezolano”, así como otros de política interna de la Corona Española.

A nuestro juicio, el autor que mejor ha explicado este proceso fundacional ha sido Manuel Caballero, cuando afirma: “... En primer lugar, aquella región (los palafitos del sur del Lago de Maracaibo) no formará parte de Venezuela si no hasta 1777, cuando se integra la Capitanía General de Venezuela con ese nombre...”. Más adelante, en la misma página, Caballero es más explícito al señalar “...hasta entonces, la palabra , sólo había denominado una región que después se llamará ...” (Caballero, 12:1997)

Con la administración de las provincias del “Nuevo Mundo”, se rescata la figura del Capitán General. Figura surgida de las guerras de reconquista española con la finalidad de administrar los territorios reconquistados y crear comunidades con una metrópoli que albergara a una serie de burgos menores tributarios. Estas metrópolis contaban con un consejo consistorio que controlaba el régimen económico de la comunidad. Además, dependían directamente de la autoridad real. En el siglo XIV, se reconocía con el cargo de Capitán General al que estaba al mando de las tropas de un territorio.

Al iniciarse la conquista de América, en el siglo XV, se escogía para tal empresa un capitán conquistador y poblador, el cual recibía, al término de su empresa, el cargo de Gobernador. “...En 1519, a partir de la conquista de México, debido a lo violento de los encuentros, se le llamará Capitán General. Por esta razón, no todos los gobernadores eran también capitanes generales. Con las Leyes de Indias de 1542, se le concede, en las capitulaciones, al Explorador el título de Adelantado, Poblador, Gobernador y Capitán General, vitalicio con extensión a un heredero. “ (Diccionario de Historia Fundación Polar, Tomo I. 636:1999).

En el caso de Venezuela, debe tomarse en cuenta el largo proceso que experimentó hacia la unificación político – administrativa de su territorio. El proceso unificador, en lo que luego será la República de Venezuela, empezó hacia 1652, cuando fue nombrado por la Corona un Contador Mayor con sede en Caracas. Todos los oficiales de la Real Hacienda de Santiago de León de Caracas y, demás ciudades de la provincia de Venezuela, al igual que los oficiales de las Cajas Reales de Margarita, Espíritu Santo de La Grita, Cumaná y Cumanagotos, Santa Marta y Santo Tomé de Guayana, estaban obligados a rendirle cuentas a dicho Contador...” (Diccionario de Historia Fundación Polar, Tomo I. 637:1999).

Esta organización cambia un poco con la creación del Virreinato del Nuevo Reino de Granada, quedando bajo su jurisdicción las provincias de Cartagena de Indias, Santa Marta, Maracaibo, Caracas, Antioquia, Guayana, Popayán y Quito. Posteriormente, las mismas fueron excluidas y reinsertadas sucesivamente a la jurisdicción del Virreinato de la Nueva Granada. El cual, a lo largo de la historia colonial, fue eliminado y reestructurado durante los intentos de la Corona Española por organizar política y administrativamente sus provincias del “Nuevo Mundo”. Intentos que no pasaban de meras tentativas, puesto que nunca logró cristalizarlos en estructuras políticas – económicas estables.

El papel ejercido por la Compañía Guipuzcoana con competencia en los territorios que iban desde el Orinoco hasta el Río del Hacha, confundió aún más el orden jurídico de las provincias por las cuales atravesaba la ruta de la Guipuzcoana. Razón por la cual, el Rey se ve compelido a nombrar en la sección VII de la Real Cédula de Erección (Fundación) de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, de fecha 25 de Septiembre de 1728, al gobernador de Caracas como Juez Conservador. La autoridad del Gobernador – Juez le permitía decidir en todos los asuntos, secuestros y prisiones que tuvieren lugar por concepto de contrabando y negocios de la compañía. Jurídicamente, estaba por encima de virreyes, audiencias, ministros, tribunales, presidentes, capitanes generales, gobernadores, corregidores, alcaldes mayores y ordinarios y oficiales reales. Sólo el rey tenía autoridad para removerlo del cargo.

Con el restablecimiento del Virreinato de la Nueva Granada del año 1739, los gobernadores quedaron nuevamente sometidos a la autoridad del Virrey, privándoseles de la potestad de nombrar tenientes. Esta reposición de la autoridad virreinal, crea ciertas dificultades en los gobernadores de las provincias que conforman actualmente a Venezuela, quienes vieron perdidos ciertos privilegios y competencias que consideraban como derechos adquiridos. Por ejemplo, la costumbre de hacerse llamar Capitanes Generales, de acuerdo con la tradición española, heredada del período de la Reconquista española.

Dentro de la organización jurídica del Virreinato estaban incluidas las provincias de Nueva Andalucía o Cumaná, Guayana, Maracaibo y las islas de Trinidad y Margarita. Al mismo tiempo, todas las provincias del Virreinato fueron agrupadas en 3 comandancias generales: Caracas, Portobello y Cartagena. Los gobernadores de todas las provincias quedaron dependiendo del Comandante General en lo militar y del Virrey, en lo gubernativo. Sin embargo, el interés de los gobernadores en conservar sus antiguos privilegios impidió la cristalización de una unidad política estable.

Para el año 1742, el Rey ordenó, por instancias del gobernador de la provincia de Venezuela, Don Gabriel de Zuloaga, la eliminación de la Comandancia general de Caracas y la separación de la Provincia de Venezuela del Virreinato. Recobrando de esta forma, dicho Gobernador, el cargo de Capitán General, manteniéndose, no obstante, en calidad de súbdito con respecto al Virrey. Pero salvaguardando los derechos que le había otorgado con anterioridad la Real Cédula de Erección de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, que le daba autoridad sobre el comercio ilícito en las provincias de Cumaná, Caracas, Maracaibo, Guayana e islas de Trinidad y Margarita. Con esto conservaba un puesto prominente sobre el resto de los gobernadores de las provincias antes mencionadas.

Los gobernadores de Cumaná, Maracaibo, Guayana e islas de Trinidad y Margarita al recuperar cierta autonomía con respecto al Virreinato, continuaron haciéndose llamar ‘Capitán General’, suscitando con ello las protestas de Virrey. Este hecho dio lugar a la Real Cédula de 11 de febrero de 1748, en la que el rey ordena a los gobernadores a no utilizar dicho título, ni nombrar tenientes, siendo esto, desde 1739, prerrogativa del virrey. Es de hacer notar, no obstante, que el Gobernador de Caracas, en lo relativo a comercio ilícito, era Comandante General de los demás gobernadores de su distrito, por lo que, en lo relativo a su persona, se justificaba el uso del título de Capitán General.

Es evidente que en la estructuración política de las provincias de Cumaná, Caracas, Maracaibo, Guayana e islas de Trinidad y Margarita no existía un orden riguroso y claro entorno a los mecanismos para relacionarse con el poder central de la Corona española. Existían jurisdicciones definidas con poca claridad y una confusa interdependencia entre las autoridades virreinales, la autonomía política – militar de cada gobernación y el control sobre el comercio ilícito que ejercía el Gobernador de Caracas sobre cada una de esas provincias. Sin contar con la dependencia, en materia judicial, a la Real Audiencia de Santa Fe y Santo Domingo, respectivamente.

En vías de optimizar el control político – administrativo en las provincias mencionadas, y presumiblemente como táctica para acabar con las pugnas por competencias e injerencias entre las gobernaciones, se decreta la formación de la Capitanía General de Venezuela. Este hecho significó un paso importante en la unificación de Venezuela como País. Debido a que extiende el nombre de Venezuela a todas las provincias. Desde ese momento se empieza a emplear el sustantivo Venezuela para designar a la totalidad del territorio, sin restringir su uso (como antes de la Real Cédula de la Unificación de la Capitanía General de Venezuela) a la Provincia de Venezuela.

La creación de la Capitanía General de Venezuela inicia un proceso unificador del territorio, que va a incluir el aspecto judicial. Por cuanto, con esta Real Cédula, el Rey delega los asuntos judiciales de las provincias constitutivas de la Capitanía General de Venezuela en la Real Audiencia de Santo Domingo. Excluyendo para estos fines, las competencias que tenía para las provincias Maracaibo y Guayana, la Real Audiencia de Santa Fe. Este acontecimiento constituyó el primer paso para la formación de la Real Audiencia de Caracas en 1786. Siendo esto un elemento amalgamador en las relaciones de las provincias que constituían la Capitanía General de Venezuela, por ser este cuerpo el conocedor de los asuntos judiciales de la Capitanía General. Ratificándose, asimismo, el control que tenía la Intendencia de Venezuela en los manejos económicos de las Provincias que constituían la Capitanía General de Venezuela.



Como puede observarse, el nombre Venezuela, es obra de una entelequia europea para designar la realidad de un territorio y ajustarlo a las necesidades de la Corona española para el año 1777. Entelequia que no había surgido antes de ese año por no haberse dado las condiciones sociales, políticas y económicas necesarias que motivaron la creación de dicha Capitanía.

Al volver a observar el concepto de País y aplicarlo a Venezuela, sólo podemos hacerlo, a partir de 1777. Puesto que es, en este año, cuando se cumplen los condicionantes necesarios para poder hablar de la existencia de Venezuela como un país. Es decir, un nombre aplicado a una realidad concreta. Yendo más lejos, pudiera debatirse sobre el rango de país que pudieran haber tenido las provincias de Cumaná, Caracas, Maracaibo, Guayana e islas de Trinidad y Margarita antes del año de 1777, fecha de la creación de la Capitanía General de Venezuela.

En cuanto a la conformación del Estado venezolano, durante el período colonial, cabe destacar que se trata se trata de un debate un tanto inconsistente. Pues, es obvio que al considerar el concepto de Estado, como realidad política y socio –histórica, pudiéramos definirlo básicamente, sin necesidad de rodeos teóricos, como una “...Entidad política que preside los destinos colectivos de una sociedad y que ejerce, por esta razón, el poder legal...” (El Pequeño Larousse, 418:1999). Por tanto, aplicar este concepto al caso venezolano significa aceptar que el Estado que se mantenía activo durante la Colonia, era el Estado Español. Ya que las directrices que regían en lo político, económico y social, los destinos dentro de los territorios que actualmente conforman a Venezuela emanaban de esa metrópolis.

La concepción de un Estado Venezolano, durante el período colonial, era por demás imposible, dado lo exiguo del control que las autoridades políticas coloniales ejercían sobre el territorio. Tomemos en cuenta que desde el inicio del proceso de implantación europea en el territorio de la actual Venezuela, las actividades de exploración y conquista fueron signadas por la violencia. La implantación española en la ‘‘tierra de gracia’’, fue un proceso lento y difícil, motivado, entre otras cosas, por el desconocimiento que el español tenía del terreno a conquistar y del idioma de sus habitantes. A esto habría que sumarle el modo violento en que los españoles llevaron a cabo la conquista, conviertiendola en un proceso lento y sangriento. Una consecuencia tangible de este proceso es la reducción notable de la población indígena, lo cual puede evidenciarse en las llamadas Crónicas de Indias y en las obras historiográficas que reseñan el proceso de conquista.

La historiografía disponible hace referencia (Caballero, M. 13: 1997), al hecho de que los conquistadores no tenían interés en poblar la “Tierra de Gracia”, si no más bien, en enriquecerse rápidamente, y en abandonar luego las nuevas tierras. Lo cual se evidencia en lo efímero de las primeras ciudades, asentadas en el territorio actualmente venezolano (llamadas establecimientos iniciales por el investigador, y pone como ejemplo la ciudad de Nueva Cádiz, Cubagua, la cual no durará ni medio siglo). El autor deduce de la dinámica espacial desarrollada por los colonos europeos en el territorio en razón de éstos sólo se aventuraban a ir a tierra firme con el único propósito de buscar agua dulce o bien, con la intención de cazar indios para avasallarles. El interés de los españoles en poblar de forma permanente la tierra firme de la actual Venezuela, nace cuando ya estaban asentadas otras posesiones de España en América.


Con las Guerras Napoleónicas se abre un escenario bélico que trastoca el orden político de Europa. El Imperio Francés trato de dominar al resto de los países europeos, donde España no fue la excepción. El Rey Carlos IV y el Príncipe Fernando fueron obligados a abdicar en favor de José Bonaparte, hermano de Napoleón. En consecuencia, España, metrópoli bajo cuya autoridad y dominio se encontraba Venezuela, queda subyugada por el poder francés. Iniciándose así, un fuerte movimiento de resistencia por parte del pueblo español que ansiaba expulsar a los invasores franceses y reponer la Corona a la familia Borbón, en la figura de Fernando de Borbón. Esto, debido al aborrecimiento que experimenta la sociedad española por Carlos IV y su consorte, María Luisa de Parma. Sentimiento motivado por el escándalo que provoca la supuesta “conducta licenciosa” e inapropiada de los reyes.

La formación de un “Concejo de Regencia”, como figura jurídica representativa de la Autoridad de Fernando VII y la figura del “Rey” José Bonaparte, dio lugar a la coexistencia de dos gobiernos de hecho en España. Gobiernos que reclamaban, cada uno para sí, el carácter legal y la lealtad de los súbditos del reino. De estos reclamos no estaban exentas las provincias del nuevo mundo, entre ellas, la Capitanía General de Venezuela. Esto significó la brecha por donde se filtran las incertidumbres políticas que trajeron consigo las Guerras Napoleónicas, al Continente Americano.


Los conflictos europeos y la incertidumbre política derivada de los acontecimientos suscitados en España a raíz de la invasión de Bonaparte, aunados a una atmósfera de conflicto social, principalmente entre blancos criollos y peninsulares trajo consigo la renuncia, algo forzada, de Don Vicente Emparan al cargo de Capitán General de Venezuela, el 19 de Abril de 1810. Constituyéndose un gobierno autónomo al Concejo de Regencia y a la autoridad bonapartista, que pretendía adjudicarse la autoridad sobre las Colonias del continente americano. El Concejo de Regencia, por su parte, pretendía detentar y salvaguardar la autoridad de Fernando VII en todo el Imperio español, mientras éste se encontrara prisionero e imposibilitado de ejercer el poder.


Durante todo el desarrollo de la Venezuela decimonónica, no llega a concretarse la formación de un Estado Nacional Venezolano, debido a la institución de un sistema republicano que resultó endeble. La frágilidad del sistema en lo político, en lo militar, en la inclusión social constitutiva y en el control efectivo del territorio. Ademas de las graves alteraciones políticas y sociales que se derivaron de la Guerra de Independencia. Así como los conflictos que emanaron a raíz de ésta (disgregación social, caudillismo, falta de control efectivo por parte de la autoridad capitalina a la totalidad del territorio y, principalmente, la falta de un ejército nacional) impide hablar en términos concretos de un Estado Nacional Venezolano, durante el Siglo XIX. Por tanto, sólo es dado hablar de un Estado Nacional Venezolano a partir del siglo XX. Cuando surgirá con elementos igualmente complejos que marcarán de manera significativa el proceso histórico Venezolano.



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NOTAS
i Textos como el Contrato Social o El Espíritu de las Leyes, se hicieron emblemáticos de la Ilustración


ii La estrecha intimidad que se rumoraba existía entre el Rey Carlos IV, su Reina María Luisa de Parma y el Primer Ministro Godoy, así como otras relatos producidos muy probablemente por el imaginario popular, habían hecho fuerte mella en el respeto del pueblo español por su monarquía, por lo que se veía al heredero Fernando VII como la única vía para la recuperación de la dignidad Borbónica y la independencia con respecto a los franceses.

iii Los franceses habían enviado al comandante Paul de Lamanan al mando de la fragata francesa“Le serpent” con la intención de hacer que las autoridades venezolanas reconocieran la autoridad del “Rey” José Bonaparte, esta comisión llegó al puerto de la Guaira el 14 de Julio de 1808, y fracasó en su misión, al oponerse los blancos criollos al dominio francés y obligar al Capitán General De las casas a jurar fidelidad a Fernando VII.