sábado, 28 de noviembre de 2009

TENTATIVAS DE FORMACIÓN DEL ESTADO NACIONAL VENEZOLANO, ENTRE 1810 Y 1899

TENTATIVAS DE FORMACIÓN DEL ESTADO NACIONAL VENEZOLANO, ENTRE 1810 Y 1899




…Soy lo que todo hombre de conciencia que ciñe espada y lo he sido desde que Venezuela me prestó la de su libertad: un ciudadano armado y nada más…

Juan Crisóstomo Falcón,

Proclama de Palmasola, 1859.



David Ysidro Pacheco Martínez

Cel: 0416-237.37.02. Email: profesor5@hotmail.com

Lilian C. Pérez Espinoza

Cel: 0426-438.60.46. Email: rionilo2000@hotmail.com



David Pacheco, Lic. en Educación, mención Ciencias Sociales, Magíster en Historia; Doctorando en Educación. Profesor y Jefe de Cátedra de Historia de la Educación de la Fa.CE

– UC. Miembro de la Comisión Coordinadora de la Maestría en Historia de Venezuela.



Lilian Pérez, Lic. en Educación, mención Lengua y Literatura. Estudiante de los programas: Maestría en Lectura y Escritura y Maestría en Historia de Venezuela.



Sección: Artículo



RESUMEN



El proceso de Formación del Estado Nacional Venezolano fue un proceso lento y confuso, tratado de forma inadecuada en el análisis de su complejidad. Hasta el momento, se han estudiado de forma fragmentaria algunas de sus partes constitutivas sin llegar a formular hipótesis que expliquen el surgimiento de dicho Estado. Este trabajo se apoya en el paradigma hermenéutico y en las categorías aportadas por la historiografía contemporánea para la organización de las fuentes documentales que plantean las características de los gobiernos venezolanos del siglo XIX. A fin de evidenciar la existencia real de un Estado Nacional Venezolano en ese siglo y la forma como éste coexistió con elementos anárquicos como el caudillismo y la ausencia de vías de comunicación.



Palabras Clave: Tentativas de formación, Estado Nacional, Caudillismo, Gobiernos.





ABSTRACT

The process of formation of the Venezuelan National State, has been a slow and confusing process that has not received adequate treatment in the analysis of its complexity. It has been studied so far off and constituent elements from a fragmented, without analysis or formulate hypotheses to explain the emergence of such State. From the hermeneutic approach and using categories provided by contemporary historiography is organized documentary sources that pose the characteristics of nineteenth-century Venezuelan governments for the purpose of demonstrating the actual existence of a Venezuelan National State in this century and how the same elements coexisted with warlordism and anarchy as the lack of roads.



Keywords: Conformation the Tentative, State National, warlords, governments



Las categorías Estado, País, Nación y Gobiernos son parte de la entelequia del mundo moderno – occidental. Por tanto, son abstracciones carentes de significación para las sociedades precolombinas del Continente americano. Es con la llegada de los europeos de finales del siglo XV, a principios del siglo XVI y la formación de las primeras sociedades coloniales de implantación que se empieza a demarcar y organizar el territorio con criterios occidentales, tales como: Virreinatos, Capitanías Generales, Presidencias y Reales Audiencias, entre otras formas. Con estas figuras burocráticas se rigen, desde la metrópolis española, los territorios conquistados, tanto en lo político como en lo jurídico. Y, se administra el uso y tenencia de la tierra por parte de los miembros de la sociedad que se establecía.

La forma de organización del territorio que actualmente conforma a Venezuela resultó un tanto curiosa con respecto al nomadismo del propio nombre “Venezuela” y al carácter de interdependencia que guardaban entre sí las provincias conformadas en el territorio. El término Venezuela es utilizado por primera vez en la Expedición de Alonso de Ojeda de 1499, por el cartógrafo Américo Vespucci, con la finalidad de crear un paralelismo entre los pueblos que habitaban en palafitos en la laguna de Sinamaica y su Venecia natal. No obstante, cabe señalar, que el sustantivo Venezuela, en sus inicios, designaba únicamente, el lugar donde se encontraban dichos palafitos.

Posteriormente, surgirá la Provincia de Caracas o Venezuela, creada en 1527, con la finalidad de organizar mejor la administración de una determinada parte de los territorios conquistados, denominados de Tierra Firme (hoy Venezuela y Colombia). Su límite occidental estaba situado en el Cabo de la Vela en la península de la Guajira (cerca de la actual frontera entre Venezuela y Colombia), mientras que por el Este su superficie se extendía hasta Maracapana, cerca de la ciudad de Barcelona, capital del actual Estado Anzoátegui. Llegado a este punto, es fundamental insistir en el carácter nómada del vocablo Venezuela, ya que se trata de una realidad traspalada. En otras palabras, Venezuela, nombre empleado para designar las construcciones existentes en la laguna de Sinamaica se aplica por extensión a todo el territorio constitutivo de esta provincia.

Es a partir de la creación de la Capitanía General de Venezuela, en el año 1777, cuando puede hablarse de la existencia de Venezuela como país. Es decir, un nombre aplicado a una realidad concreta (la totalidad del territorio actualmente venezolano). La formación del Estado Nacional Venezolano, durante el período colonial, no se consolidó, debido a que, al ser el Estado en términos básicos una “...Entidad política que preside los destinos colectivos de una sociedad y que ejerce, por esta razón, el poder legal...” (El Pequeño Larousse, 1999: 418), resulta obvio que el Estado que se mantenía activo durante La Colonia era el Estado Español. Puesto que las directrices que regían en lo político, en lo económico y en la conducción social los destinos dentro de los territorios que actualmente conforman a Venezuela, emanaban de la metrópolis española.

Durante el proceso independentista, los conflictos europeos y la incertidumbre política derivada de los acontecimientos suscitados en España, a raíz de la invasión de Bonaparte, aunado a una atmósfera de conflicto social, principalmente entre Blancos Criollos y Blancos Peninsulares trajo consigo la renuncia, algo forzada, de Don Vicente Emparan al cargo de Capitán General de Venezuela, el 19 de Abril de 1810. Este acontecimiento conllevó a la constitución del primer gobierno autónomo de Venezuela, libre de las injerencias del Concejo de Regencia y de la autoridad bonapartista. Los cuales pretendían adjudicarse la autoridad sobre las Colonias del Continente Americano. ( I )

El primer gobierno republicano surgido en 1810, estuvo constituido fundamentalmente por Blancos Criollos. El cual, por estar constituido, casi exclusivamente, por la clase criolla, contribuyó a la profundización del conflicto social existente desde hacía bastante tiempo en Venezuela. Al profundizarse la crisis social, el enfrentamiento entre quienes detentaba el poder de administrar los bienes de La Corona y ejercer la justicia, los Blancos Peninsulares (aquellos que habían nacido en España y que por tradición ocupaban los cargos administrativos del Sistema colonial, ) (II) y los Blancos Criollos, poseedores, de manera casi exclusiva, de las haciendas y fincas productoras de los rubros de exportación, fue inevitable. Ya que a estos últimos, no les convenía en nada, volver a la condición anterior a la renuncia de Emparan, al cargo de Capitán General de Venezuela. Retorno que sería inevitable si retomaba el control en la Provincia el Imperio español.

La justificación política dada por los Blancos Criollos para la conformación de un Gobierno republicano fue la condición de súbditos del Rey de España que compartían sus integrantes con los miembros del Consejo de Regencia. Esta fue razón suficiente para que los criollos se adjudicasen el mismo derecho que asistió a los españoles en España para formar un gobierno que representara la autoridad del Rey mientras éste se encontraba prisionero de Bonaparte. En otras palabras, la situación política española fue el argumento para formar un gobierno representativo de Fernando VII en Venezuela. De hecho, el Gobierno que surge con los acontecimientos del 19 de Abril de 1810, tuvo, desde el punto de vista formal, una doble misión: preservar la autoridad del Rey y, disolverse una vez que el monarca retomara el gobierno del Imperio español.

La presencia e influencia de Francisco de Miranda fue, probablemente, un factor decisivo en el proceso separatista que dio lugar a la conformación del Gobierno republicano. Su propia figura de general exitoso, amante del sistema republicano imbuido de las ideas de la Revolución Francesa es un elemento de peso, en contra de los partidarios de “preservar la autoridad de Fernando VII. Miranda, al retornar a estas tierras, se rodea de personas jóvenes que comparten, mayoritariamente, su opinión de separar Venezuela de los destinos españoles, sin guardar ningún reparo a la autoridad del Rey. En compañía de estas personas, entre las que destacan los Bolívar y los Ribas, Francisco de Miranda crea la Sociedad Patriótica de Agricultura y Economía, al estilo de los clubes franceses. Con el propósito de presionar al Congreso para que declare la independencia total y absoluta de Venezuela con respecto a España. La presión culmina el 5 de Julio de 1810, fecha en que es declarada la Independencia y se instaura un Gobierno republicano, independiente de cualquier injerencia extranjera, no así, de la voluntad divina, tal como consta en el Acta de 1810. Dicho de otra manera, Venezuela, a partir de ese momento, asume propia jefatura, reconociendo, únicamente, la autoridad de Dios, y la legitimidad de un gobierno con capacidad para legislar en pro de sus ciudadanos, en virtud de su condición de ‘Estado libre y soberano’.

Con la Primera República, creada entre 1810 y 1811, se conforma un Gobierno de corte federal, provisto de los elementos jurídicos necesarios para considerarlo como el primer Estado Venezolano. Algunos de los elementos constitutivos de este primer intento son: a) La convocatoria con, cierto éxito, a la instalación de un Congreso Representativo de una porción considerable del Territorio Venezolano (basamento jurídico). b) El reclutamiento de un ejército como brazo ejecutor del Estado (intento de monopolizar las armas). c) Obrar conforme a un sistema ideológico, el Liberalismo. d) existencia de un gobierno autónomo a la metrópolis (III)  española, con un piso jurídico y la pretensión de ejercer la autoridad en la totalidad del territorio de la Capitanía General. Sin embargo, el control efectivo del territorio, por parte de ese gobierno, fue un tanto precario; esto se debió a la existencia de provincias que se oponían, inclusive con el uso de las armas, a la conformación de un Estado autónomo. Tal fue el caso de Coro, punto de partida de la expedición de Domingo de Monteverde que puso fin a la República.

En este orden de ideas, es pertinente insistir en el hecho de que los partidarios de la Primera República fueron fundamentalmente del grupo de los Blancos Criollos, en vista de que la adhesión política al movimiento republicano, de grupos sociales distintos al de los Criollos fue prácticamente nula. Esto se debe, entre otras cosas, al rechazo que suscita la Primera República en el grueso de la población venezolana de 1810 – 1811. Ya que con su instauración se profundiza aún más la crisis social en la Colonia y se agudizan las contradicciones entre los distintos grupos sociales, principalmente, en aquellos que no ven un cambio favorable con la puesta en práctica del Sistema republicano. A esto hay que sumar la cuestión de la esclavitud de los negros, la cual se mantiene incólume aun después de formada la Primera República. La Independencia proclamada el 05 de Julio de 1810, no fue extensible a los negros. Estos continuaron trabajado como esclavos en las haciendas de los nuevos gobernantes del país, los Blancos Criollos, debido a que una suspensión de la misma habría arrojado un saldo negativo para la economía del grupo social gobernante. Por tanto, es deducible el poco entusiasmo de la clase esclava ante el dominio absoluto de los Blancos Criollos.

Los privilegios de clase que ostentaban los Criollos, tales como la asistencia a determinadas iglesias y demás prebendas sociales se mantenían, durante esta Primera República, intactos; en perjuicio de los pardos y demás grupos sociales que querían alcanzar un tipo de igualdad en estos aspectos. Puede afirmarse que el gobierno de la Primera República fue un régimen clasista y excluyente, lo que le ganó la aversión de la mayoría de los grupos sociales existentes en el país. En este sentido, es notoria la debilidad política y militar, y la escasa aceptación que tuvo ese gobierno republicano como consecuencia de los elementos sociales antes señalados; y por la puesta en práctica del sistema federal, en tiempos donde la incertidumbre política originada por la misma república aún no se desvanecía.

El hecho de que España y sus aliados contra el dominio bonapartista, no reconocieran la autoridad del gobierno republicano y que algunas provincias del territorio venezolano (principalmente Coro) se mostrasen renuentes a la autoridad emanada de Caracas son un presagio de las características cruentas que tuvo la Guerra de Independencia. Frente a estos hechos, uno de los desenlaces posibles del conflicto era que Venezuela cayera, nuevamente, bajo la autoridad española. Ante este clima de inestabilidad política era necesaria la consolidación de una fuerte autoridad central, cuyas órdenes fuesen acatadas inmediatamente, en función del ambiente bélico que se avecinaba; cosa que en la práctica no se realizó, ya que imperó lo filosófico sobre lo práctico.

El sistema federal se practicó formalmente en Venezuela por los dirigentes de la Primera República. Según el pensamiento político del momento, la figura de una autoridad que centralizara el poder operativo de la república suponía la ruptura de la independencia de las provincias; era supeditarlas a una nueva especie de tiranía. Este apego al sistema federal sumado a las complicaciones sociales antes mencionadas, conllevó a que no existiese un Estado (en términos reales) durante la Primera República, por cuanto el poder y la autoridad de ese gobierno existieron sólo en el plano formal. La relativa facilidad con que sucumbió ante el empuje de la expedición de Monteverde demostró cuan poco afianzadas estaban sus estructuras.

Debe enfatizarse, que la expedición de Monteverde no tenía la intención de someter al gobierno republicano a la autoridad de España, si no resguardar las fronteras de Coro de las tentativas de las tropas republicanas de reducirlas. Pero, en vista del surgimiento de una serie de acontecimiento como la caída de la plaza de Puerto Cabello y el desconcierto de Miranda ante el estilo de la guerra librada en los escenarios venezolanos, fue inevitable el desplome de la llamada Primera República. Bajo este enfoque analítico, cabe señalar la crítica de Bolívar al sistema federal practicado por este Primer Gobierno Republicano en el Manifiesto de Cartagena. En este documento fustigó su práctica y le adjudicó la caída de la Primera República. Sin embargo, como se ha venido diciendo, es innegable la presencia algunos elementos constitutivos del fenómeno conocido como Estado en ese primer intento de Gobierno republicano.

Durante el transcurso de la Guerra de Independencia fue imposible hablar de la existencia de un Estado Venezolano, por estar el dominio político del país comprometido por los resultados de la guerra, y por el hecho de que las bases jurídicas en las cuales se sustentaban los gobiernos de la Segunda y Tercera República se basaban fundamentalmente en las victorias militares del Ejército Libertador. Estas bases jurídicas fueron, realmente, exiguas, subordinadas a las circunstancias y a quienes detentaban el poder.

En Venezuela, no se consolida un marco legal sino hasta la convocatoria del Congreso de Angostura, por parte de El Libertador. Con el gobierno de la Tercera República, el país adquiere una base legal sólida capaz de encauzarlo hacia la conformación de un Estado. Pero, si tomamos en cuenta, primero, que una gran porción del territorio venezolano se encontraba bajo el control del ejército de Don Pablo Morillo; segundo, que antes de la consolidación del dominio republicano sobre el territorio venezolano con la Batalla de Carabobo se decretó la conformación de la República de Colombia (con Venezuela como parte constitutiva), se puede concluir que el Estado Venezolano no se formó durante el período independentista, ni antes de la desintegración de la República de Colombia. Debido a que, antes de que se diesen las condiciones para presumir la existencia de un Estado, Venezuela formaba parte de la República de Colombia.

Tras la separación de Venezuela de la República de Colombia, y la reconstitución de un gobierno independiente en Venezuela, el país pasó confrontar una serie de problemas de corte político y social. Con la guerra, los campos venezolanos quedaron devastados, la población que antes de la Guerra de Independencia se dedicaba a las actividades agro-pastoriles se desarraigada de sus actividades cotidianas para ser asimilada en las acciones de combate de uno u otro bando; el costo militar de la emancipación y el importe de la restauración administrativa dejaron una deuda financiera con consecuencias depresivas en el ulterior estado económico y social del país (Malavé Mata, 110: 1980). A raíz de esto, los gobiernos que se sucedieron en el país, a partir del 1830, tuvieron que lidiar con el endeudamiento y la paralización del aparato productivo en toda la República.

A propósito de esto, Héctor Malavé (1980), ve en la Venezuela del siglo diecinueve, un contexto socio – político consistente en: crisis política, desorden administrativo, incomunicación interior, carencias de industrias y predominio de capitales ajenos al país; significando de esta manera, el fracaso de los gobiernos improvisados de “la Venezuela decimonónica” (p.105). En estos escenarios de incomunicación e insolvencia fiscal, es fácil deducir que: a) los gobiernos de la Venezuela decimonónica carecieron de fuerza real y control efectivo del territorio venezolano, por cuanto el gobierno con control de la capital, difícilmente podía hacer cumplir su autoridad con eficiencia y eficacia en las provincias del interior del país; como consecuencia de las enormes distancias e inversión de tiempo por parte de los emisarios del gobierno central para dar instrucciones a las autoridades gubernamentales, destacadas en esas regiones. Y, para obtener información de esas provincias, a fin de asentar las bases de gobernabilidad propias de todo Estado. A este respecto el Dr. Ramón J. Velásquez (1999), afirma:

Todavía para el año de 1924 antes de inaugurarse la carretera trasandina, el viaje por tierra entre San Cristóbal y Caracas, verdadera proeza para elegidos, consumía un mes de camino por entre páramos y selvas, y la ruta normal San Cristóbal - Maracaibo - Curazao - Puerto Cabello - La Guaira significaban en el mejor de los casos, diez y doce días de andar continuo al tiempo que le tomaba a las personas trasladarse de un punto a otro del país (p.110).

Por regla, casi general, la mayoría de los gobiernos de la Venezuela Decimonónica llegaron al poder, luego del triunfo de un movimiento armado que, posteriormente, sería legalizado por un congreso que tenía a las puertas de su sede al ejército victorioso y armado que esperaba dicho reconocimiento. Es decir, la legalización formal de un gobierno que, en la práctica, ya había sido instalado. Con el propósito de obtener ese marco de legitimidad, los gobiernos hacían razonar al Congreso; a fin de que cambiase la Constitución o algunos artículos inconvenientes para el ejercicio del poder por parte del caudillo de turno o, simplemente, para entronizar a caudillos dominantes por medio de la designación de testaferros para el ejercicio indirecto de la autoridad presidencial. Tal como lo hicieron con éxito Páez, José Tadeo Monagas y Guzmán Blanco. El modus operandi para instituir los gobiernos era el derrocamiento. Cada caudillo se instalaba, luego de derrocar un gobierno legalmente constituido por un procedimiento similar. De esta forma, se instituyó en Venezuela, una ilegitimidad gubernamental de origen; validada, constitucional, por el poder bélico de sus líderes y partidarios.

El historiador Ramón J. Velásquez, ha explicado, con un ejemplo muy certero, las ideas manejadas en el pensamiento de los caudillos del siglo diecinueve, al señalar la experiencia vivida por Cipriano Castro. Quien, al tratar de sumar a su causa (la Revolución Liberal Restauradora) a los caudillos andinos, entre los que se encontraba el trujillano Rafael Montilla, temible general conocido como “El Tigre de Guaitó”, recibió de este personaje la más sincera y completa de las explicaciones: ‘Dígale al general Castro que mientras me encuentre en libertad me alzo, porque de Guaitó a Miraflores hay menos trecho que de Capacho a Miraflores’ (Velásquez, 1993:115). (IV) Respuesta que fue acompañada de un sinnúmero de alzamientos y sublevaciones ocurridos en 1900, 1901 y 1902.

El fenómeno caudillista, desatado en Venezuela a raíz de la separación de ésta de la República de Colombia adquirió, a lo largo de su desarrollo, características muy particulares que permiten a algunos historiadores, por lo general de corte marxista como Carlos Irazabal y Brito Figueroa, hablar de la figura de un caudillismo feudal. Debido a la presencia de rasgos propios del feudalismo europeo en estos dirigentes y en la forma de administrar el país. Si aceptamos la tipificación de estos historiadores, habremos de convenir en que el grado de feudalización ( V )que eclosionó en Venezuela fue tal, que el control del territorio, por parte de los gobiernos posteriores a 1830, fue, en honor a la verdad, estrictamente teórico; dado que en la práctica, éste se encontraba dividido por caudillos que contaban con sus propios ejércitos, y que en nada dependían del gobierno central.

El otrora Ejército Libertador, al separarse Venezuela de la República de Colombia y extinguirse el peligro de una invasión española al territorio venezolano, disminuyó el número de sus efectivos militares a las órdenes directas del gobierno central. Razón por la cual se fracciona, luego de 1830, en una serie de guerrillas adictas a particulares. Por tanto, en Venezuela, ya no habrá durante un largo período un ejercito venezolano, si no un conjunto de ejércitos caudillistas. Bajo estas circunstancias, es improbable que el país logre, a lo largo del siglo XIX, una estabilidad gubernamental y se encamine hacia una eventual construcción del Estado venezolano. Debido, entre otras cosas, a la falta de vías de comunicación de uso efectivo, y a un acérrimo proceso caudillista que dificultaba el tránsito por el territorio venezolano, frenando todo intento de gobernabilidad.

De la afirmación de Laureano Vallenilla Lanz, sobre la naturaleza análoga de la Guerra de Independencia con las guerras civiles y, por tanto, equiparable al conjunto de guerras civiles que plagaron a Venezuela a lo largo del siglo XIX, algunos historiadores afirman, entre los que destaca Manuel Caballero, que la Guerra de Independencia duró, en consecuencia, cien años (Caballero, 1995: 95); y que tuvo la misma motivación de los conflictos bélicos caudillistas. En otras palabras, fue un conflicto socio – político no resuelto (Carrera, 1996: 120), que trastocó el orden colonial. El cual, al no verse resuelto con la instalación del sistema republicano, impidió a los gobiernos que se instalaban en Caracas, lograr un ordenamiento jurídico y político estable.

Según Carrera Damas (Op.Cit.), es con la Guerra Federal que se soluciona la disputa de la Independencia, y se da otra orientación a la política en Venezuela, sin llegar con ello a pacificar al país. La Guerra Federal cambió el sentido de las luchas armadas en el siglo XIX venezolano. Esto puede corroborarse analizando El Manifiesto de Palmasola, en el cual Juan Crisóstomo Falcón, líder máximo de los federales, se declara como un ciudadano armado que desprecia a los militares de cuartel que hacen la guerra como oficio; y manifiesta ser sólo un hombre de conciencia que ciñe la espada, en búsqueda de la libertad.

El contexto de la proclama de Palmasola, quita al ejército el carácter privativo del ejercicio de las armas como órgano formado en materia de guerra, a partir de la tesis de que todo ciudadano que no esté de acuerdo con alguna disposición gubernamental y la considere injusta, puede alzarse en armas a discreción, como hombre de conciencia que ciñe espada en búsqueda de libertad; es obvio que con esta ideología, evidentemente compartida por los demás caudillos de la Venezuela del momento, el país habrá de ser por largo tiempo un hervidero de opiniones encontradas, decisiones arbitrarias y decretos del gobierno de turno. Situación propicia para los alzamientos constantes, sustentados en la idea de “búsqueda de la libertad”. En este escenario de anarquía política es imposible hablar de la existencia de un Estado Venezolano el siglo diecinueve.

El siglo diecinueve, en Venezuela, fue el siglo del caudillismo y las guerras intestinas que impidieron alcanzar una unidad política duradera. Guzmán Blanco, uno de los gobernantes que gozó, probablemente, de mayor estabilidad en el ejercicio de poder, tuvo que recurrir a la fórmula, nada confiable, de las alianzas de honor, del compadrazgo y del ofrecimiento de la “amistad presidencial” para comprobar con su compadre Francisco Linares Alcántara la fragilidad tales alianzas.

La constitución de 1881, llamada la constitución Suiza (Velásquez, 1993: 115), fue otro intento de El Ilustre Americano por controlar el “cuero seco” en el que, a su juicio, se había convertido el país por la cantidad de sublevaciones que se sucedían a lo largo y ancho del territorio. Con la constitución de 1881, se reducen a nueve los veinte estados en que estaba dividida Venezuela, con el propósito de disminuir el número de caudillos con los cuales negociar la estabilidad de Venezuela. Esta constitución fue desaprobada por los generales con tropa dispersos por el país; quienes se negaban a renunciar al derecho a reclamar, en su debida oportunidad, el ejercicio del poder. Los caudillos cercanos a Guzmán no objetaron, abiertamente, el cambio de constitución por no incurrir en los enojos del jefe de turno, pero este comportamiento no es un indicativo de aprobación.

Entre los méritos de Guzmán Blanco, en el proceso de unificación nacional, puede contarse, entre otros, la creación del Registro Civil. Esta acción dio al gobierno la facultad de controlar, en todo el país, el índice de natalidad y mortalidad; y administrar, al mismo tiempo, la estadística poblacional del país.

De igual manera en su política, también, cabe contar, el surgimiento del Culto a Bolívar, durante el Quinquenio. Otorgando con ello, un sentimiento de unidad nacional a la población venezolana, inexistente, hasta ese momento, en la conciencia del venezolano, separados por la inexistencia de vías de comunicación efectivas. El Culto a Bolívar brindó a los venezolanos la oportunidad de reencontrarse con un pasado histórico común, la Guerra de Independencia, cuyo líder indiscutible fue El Libertador. Otro de sus méritos fue el decreto de instrucción pública, que permitió, en teoría, la masificación de la educación; y fungió como elemento divulgador del Culto a Bolívar, elevando de forma desmesurada la adhesión a El Libertador, hasta el punto de constituirse en una religión laica y patriótica, de acuerdo con Manuel Caballero, (1995:118).

La última década del siglo diecinueve no fue menos sangrienta, ni estuvo menos exenta del fenómeno caudillista. Venezuela, en esta época, estuvo bajo la poderosa influencia de Guzmán Blanco, quién al marcharse, definitivamente, a Paris, dejó un clima político beligerante; abierto a las disputas por control del gobierno y del Partido Liberal. Ante un terreno abanado para la contienda política, los crespistas, rojistas y anduecistas van a disputarse el control político del país con un nuevo y común adversario, el general Manuel Hernández, representante de las ideas conservadoras y, por tanto, enemigo de los liberales, sucesores de Guzmán Blanco.

La lucha por el poder en la década de 1890, va a conducir a una serie de acontecimientos que marcarán el proceso histórico – político en Venezuela. Entre estos hechos destacan, la Revolución Legalista que entroniza a Crespo en el poder y la muerte del propio Crespo, en la Mata Carmelera, combatiendo contra las fuerzas del mochismo. Y la presencia de Ignacio Andrade como gobernante político del país, quién, al quedar libre de la influencia de Crespo, quiso repetir las actuaciones continuistas de Raimundo Andueza Palacios, al tratar de modificar la Constitución para alargar su permanencia en la Presidencia de la República.

Esta intensión continuista de perpetuarse en el poder, dio argumentos para volver al escenario político al general Cipriano Castro, caudillo de una zona remota del país; quién comenzó sus actuaciones como un oscuro diputado del estado Los Andes. Anterior a esto, Castro resultó perdedor en 1892, junto a su compadre Juan Vicente Gómez, cuando apoyaron los planes continuista de Raimundo Andueza Palacios; pagando por ello, años de exilio en Cúcuta, tras ser derrotados por las fuerzas legalistas de Crespo. Con esto, Andrade les dio argumentos suficientes para reaparecer en la escena pública.

La caída del gobierno de Andrade es sumamente significativa para explicar el estado de descomposición política por el que atravesó Venezuela, luego, de que éste formulara sus planes continuistas en el poder. Castro con sesenta hombres traspasó la frontera de Colombia con los andes venezolanos para oponerse a dichos planes y tras una serie de rápidas victorias, entre las que destaca la Batalla de Tocuyito, ocupó la ciudad de Valencia, dejando, no obstante, el resto del territorio ocupado por las tropas leales a Andrade; quién mantenía mediante la fórmula de las alianzas tradicionales con los caudillos, el control de Venezuela.

Luego de la Batalla de Tocuyito, las tropas de Castro, un declarado liberal, alcanzaban una cifra de 1250 hombres, contando las tropas mochistas, contrarias, evidentemente, al Partido Liberal, del general Acosta. El gobierno, por su parte, instala su cuartel general en La Victoria con 4.000 hombres, bajo el mando del General Luciano Mendoza, esto sin contar con las tropas de los generales Rolando y Riera que desde Coro y el Oriente, respectivamente, esperaban órdenes de Andrade para marchar contra Castro.

Ignacio Andrade confrontaba, en ese momento, una grave crisis política que atentaba contra su autoridad. El general Hernández, el Mocho, se encontraba prisionero del gobierno en los calabozos de la Rotunda. Sin embargo, desde allí, era objeto de las simpatías de miles de partidarios que daban por descontado que el Mocho saldría de la prisión para ponerse al frente de la Presidencia, y poner fin a las pretensiones de Castro; quien, desde Valencia, amenazaba con tomar el poder. Entre los comprometidos en la conspiración de entregar el poder a los nacionalistas del Mocho Hernández, se encontraba el Vicepresidente de la República, general Víctor Rodríguez, de ahí, el impedimento del presidente Andrade de trasladarse al lado de Luciano Mendoza y asumir la dirección de la guerra en contra de las tropas de Castro.

Extrañamente, el presidente Andrade no hace uso de la ventaja numérica y estratégica que posee ante Castro y ordena al general Luciano Mendoza entrar en conversaciones de paz con el enemigo. Esta misma orden es dada al general Manuel A. Matos, quien debía llegar a Valencia por la vía de Puerto Cabello con el propósito de no enterar al cuartel general de las tropas del gobierno, de los objetivos de su embajada; la cual, como ya se dijo, era similar a la asignada al propio general Mendoza, Comandante de las tropas del gobierno. Es obvio, que el presidente Andrade desconfía de todos.

Esta Desconfianza del presidente Andrade le obliga a actuar a espaldas de sus aliados, situación que se evidencia el 19 de Octubre de 1899, cuando, en plena negociación de paz, huye del país dejando el poder en manos de Castro. Cipriano Castro hace su entrada triunfal en Caracas sin haber disparado un sólo tiro, luego de la victoria de Tocuyito, acompañado de Luciano Mendoza, así como de otros militares a quienes se había asignado la tarea de detenerlo y proteger al Gobierno del general Ignacio Andrade. La llegada de Castro al poder con el lema “Nuevos Hombres, Nuevos Ideales, Nuevos Procedimientos” y apoyado por sus propias tropas andinas, además de las tropas “godas” del mochismo y de todas las diferentes facciones del partido liberal, incluidas las que Andrade había dispuesto para frenar el avance de Castro y su Revolución Liberal Restauradora, demuestra la facilidad con que los caudillos de la Venezuela decimonónica, podían cambiar sus acuerdos tácticos y ponerle fin al gobierno constitucional por “el bien de la República”.

El gobierno de Cipriano Castro, en líneas generales, se caracterizó, principalmente, por dos hechos: una total falta de negociación con el resto de los caudillos, y por tratar de fortalecer la autoridad presidencial. De hecho, Castro será el primer presidente que viole la normativa federal de solicitar autorización a los Presidentes de Estado para movilizarse por su territorio a voluntad. Otro elemento puntual del gobierno de Castro, fue el interés despertado en el siglo veinte por los hidrocarburos existentes en el país. A partir de ese momento, los países extranjeros buscaron, rápidamente, obtener, mejorar, o alargar las concesiones sobre zonas de Venezuela, tales como el lago de asfalto en Guanoco.

De la misma manera, se puede atribuir al Presidente Castro, haber cambiado el estilo de hacer la guerra en Venezuela. Las cargas de macheteros a caballo pasan a ser cosas del pasado, en vista de que el Presidente se ha propuesto modernizar al ejército gubernamental, al que comienza a llamar de Venezuela. En el mensaje de Castro a la Asamblea Nacional Constituyente de 1901, el Presidente hace una serie de alusiones a los errores de los gobiernos pasados, haciendo énfasis en su propósito de enmendarlos; denuncia, asimismo, los casos de corrupción y de compras ficticias, al igual que las deudas vigentes con instituciones extranjeras que aparecían en los Libros de administración pública como canceladas.

Sin embargo, el punto más interesante de su discurso es la información que da sobre la modernización del ejército. Sobre este aspecto, Castro informa a los presentes que ha aumentado el número de batallones a treinta, mejorado el rancho y el vestuario de los soldados y ha provisto de armas a toda la oficialidad. También, señala el aumento del parque de reserva a cuarenta mil fusiles (igual al armamento utilizado por los ejércitos europeos) con su debida provisión de cápsulas. Asimismo, informa que su gobierno ha adquirido dos trenes de artillería de montaña (inexistentes hasta entonces en Venezuela), ha mandado a confeccionar en Manchester, el uniforme para las tropas. Y ha sustituido la cartuchera por el garniel e implementado el uso del morral para mejorar la capacidad de movilización de las tropas. Es evidente la sentencia de muerte, implícita en la arenga presidencial, destinada a desalentar cualquier levante caudillista. Con esto se pone fin a la forma tradicional de ejercer el poder y de hacer la guerra en Venezuela (Velásquez, 1993:115).

La Revolución Libertadora fue el último intento serio del caudillismo tradicional por mantenerse vigente en el país. Frente a las viejas tácticas, el anacronismo de los recursos y la pluralidad en el comando de las tropas de la Libertadora, Castro opone los nuevos recursos adquiridos en el exterior, una unidad en el comando de tropas, que recaía en su persona y el uso del ferrocarril de Venezuela para el trasporte de personal y recursos. El éxito de los revolucionarios, pese al financiamiento internacional, estaba de antemano condenado al fracaso.

Mucho se ha dicho, en Venezuela, sobre la influencia y el financiamiento a la Revolución Libertadora por parte de las potencias económicas de Europa, debido a que Castro se negó a aceptar los montos de la deuda presentada por estos países, alegando apreciaciones mucho menores a las presentadas ante la Cancillería del país. Y sobre el conflicto con la New York and Bermudez Company y la General Asphalt Company por la extensión de la concesión sobre el asfalto de Guanoco, y el deseo del Presidente de otorgar a terceras partes la concesión de dicho asfalto. Por todo esto, Castro se convirtió en un elemento contrario a los intereses del capitalismo internacional en Venezuela.

El conflicto directo de Venezuela con las potencias europeas se presentaría el 09 de diciembre de 1902, cuando la flota combinada de Inglaterra y Alemania, a las que luego se sumaría la armada italiana, bloquearon los puertos venezolanos con la intención de cobrarse por la fuerza los montos negados por Castro. La pretensión alemana sobre la isla de Margarita y la inglesa sobre el Delta de Orinoco, aunado a la ardiente proclama de Castro, favoreció la unidad política a favor del Presidente, y en contra de las potencias agresoras.

Lo enervante de la proclama de Castro que habla de “la planta insolente del extranjero” y de la felonía de atacar al país oponiendo grandes barcos a la pequeña flota venezolana, atracada en los fondeaderos, a la espera de ser reparados, estimula sagazmente el patriotismo en la oposición venezolana de 1902, que hasta ese momento, se empeñaban en reconquistar el poder, perdido en manos de los andinos. A raíz de estos acontecimientos, se libera al Mocho Hernández, quien expresa, públicamente, su respaldo a Castro y al Gobierno que éste representa. La situación creada a partir del bloqueo, encuentra solución, más allá de las fronteras venezolanas, con la invocación de la doctrina Monroe y la decidida actuación del ministro de Estado Unidos en Venezuela. No obstante, algo quedó claro: Castro, precursor del Estado Nacional Venezolano, no era considerado por la comunidad internacional como el presidente apropiado para Venezuela.

El suave desplazamiento del poder con el que Cipriano Castro sale de la Presidencia no recibió crítica internacional alguna, mientras Gómez, por el contrario, gana el apoyo de las potencias extranjeras; quienes lo respaldan en sus planes de reconstrucción de la confianza nacional. La fórmula para salir de Castro fue muy sencilla: al enfermar éste de gravedad y verse en la necesidad de viajar al extranjero para hacerse operar, se ve en la obligación de encargar la Presidencia a su compadre, Juan Vicente Gómez. Éste, que para el momento ocupa el cargo de Vicepresidente, manifiesta, al poco tiempo de asumir el poder, haber interceptado un mensaje, que decía “la culebra se mata por la cabeza”, cuyo remitente es, supuestamente, Castro.

El Vicepresidente en ejercicio del Ejecutivo acusa, ante los tribunales del país, al Presidente Castro de intento de asesinato. Lo cual, sumado a nuevas evidencias (IV) obtenidas durante el proceso judicial que investigaba el fusilamiento, sin fórmula de juicio, del general Antonio Paredes, que incriminan directamente al Presidente desplazado, motivó a los tribunales a separarlo definitivamente del poder, y a encargar, provisionalmente, de la Presidencia de la República a Juan Vicente Gómez. El resto, es historia conocida, Gómez gobernará con mano dura, directa o indirectamente a Venezuela durante 27, años, y sólo la muerte lo hará abandonar el poder. El Benemérito general Juan Vicente Gómez, muere en Maracay, el 17 de Diciembre de 1935.













REFERENCIAS

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Caballero, M. (1997). De la “Pequeña Venecia” a la “Gran Venezuela”. Caracas, Monte Ávila Editores, Vicerrectorado Académico Universidad Central de Venezuela.

Caballero, M. (1998). Maldición y Elogio del Siglo XX. Caracas. Fundación C.E.L.A.R.G.

Caballero, M. (1998). Las Crisis de la Venezuela Contemporánea. Caracas, Monte Ávila Editores. Contraloría General de la República.

Carrera Damas, G. (1983). Jornadas de Historia Crítica. Caracas, Ediciones de la Biblioteca Universidad Central de Venezuela.

Carrera Damas, G. (1984). Una Nación Llamada Venezuela. Caracas. Monte Ávila Editores.

Carrera Damas, G. (1988). Formación Definitiva del Proyecto Nacional. Caracas. Cuadernos LAGOVEN.

Carrera Damas, G. (1995) La Disputa de la Independencia y otras Peripecias del Método Crítico de Ayer y de Hoy. Caracas, ediciones G.E.

Gil Fortoul, J. (1976). Historia Constitucional de Venezuela. (Colección Biblioteca Simón Bolívar. Tomos IX, X, XI, XII). México.

Vallenilla Lanz, L. (1994). Cesarismo Democrático. Caracas. Monte Ávila Editores.

Velázquez, R. J. (1987). Los Pasos de los Héroes. 4ta ed. Caracas. Edición Homenaje del Congreso al autor.

Notas.

I Los franceses habían enviado al comandante Paul de Lamanan al mando de la fragata francesa“Le serpent” con la intención de hacer que las autoridades venezolanas reconocieran la autoridad del ”Rey” José Bonaparte, esta comisión llegó al puerto de la Guaira el 14 de Julio de 1808, y fracasó en su misión, al oponerse los Blancos Criollos al dominio francés y obligar al Capitán General De las casas a jurar fidelidad a Fernando VII.

II Este conflicto social es llamado por Carrera Damas” Crisis de la Sociedad Colonial Implantada” y se caracteriza por su complejidad, y por motorizar en cierto modo el desarrollo histórico venezolano durante el siglo XIX.

III Aún cuando esta autonomía era precaria y se debía en gran parte a la debilidad de España para el momento, por encontrarse sumida en sus luchas con los ejércitos napoleónicos.

IV Tal respuesta, no solo explica la naturaleza de los alzamientos de principios del siglo XX, si no de todo el siglo XIX.

V Brito Figueroa y Carlos Irazabal con frecuencia mencionan en sus obras el carácter feudal de Venezuela.

VI Las nuevas evidencias encontradas, fue un telegrama aportado por el hermano del general Antonio Paredes, remitido por Castro desde la Guaira y que decía: “Decadactilo, Uterino, Data, Inminencia, Irebel, Débilmente, Fuste, Abadejo, Paruro, Husmeo, Subclase, Ofrecimiento. Avíseme Recibo. Husmeo Cuña D y F Cipriano Castro “, lo cual al descifrarse, traducía: 13 de Febrero _ 3 p.m. General Luis Varela _ Ciudad Bolívar. _ Debe Ud. Dar inmediata orden de fusilar a Paredes y su oficialidad. Avíseme Recibo y Cumplimiento. D Y F., Cipriano Castro.

martes, 24 de noviembre de 2009

La Utopía de la Venezuela Colonial

UTOPÍA DE LA VENEZUELA COLONIAL…  ORIGEN DEL ESTADO – PAÍS

UNA REFLEXIÓN HISTORIOGRÁFICA


                                                              …L'État Je Suis…
                                                                       Luis XIV.



David Ysidro Pacheco Martínez
Lilian Carolina Pérez Espinoza


Resumen

La conformación del Estado Nacional Venezolano es un componente esencial de la historia de Venezuela que reviste una rara complejidad dentro de la historiografía venezolana. El cual, pese a haber recibido un extenso tratamiento de algunos acontecimientos como por ejemplo, el Proceso de Conquista Española de los siglos XV y XVI, la formación, asentamiento y evolución de la sociedad colonial venezolana en el devenir sociopolítico que experimenta Venezuela desde su formación hasta nuestros días no ha recibido un estudio pormenorizado que explique los mecanismos que operaron para la conformación de dicho Estado y de los fenómenos que tal hecho motivó en el proceso histórico venezolano. Producto de esa situación de desatención se crea un vacío historiográfico que dificulta la comprensión global del proceso generatriz de la propia historia política de Venezuela.



Palabras Clave: Conformación del Estado Nacional, Utopía, República, Historiografía.



Summary

The conformation National Venezuelan State, it is an essential component of the history of Venezuela that re-dresses a rare complexity inside the Venezuelan historiography, and that weighs is necessary to have received an extensive treatment of an isolated and punctual way to constitutive facts fell like: the process of Spanish conquest of the XVth and XVIth century; the formation, accession and evolution of the colonial Venezuelan society and develops Politics of the society that has experienced Venezuela from his formation to the current importance; it has not received a detailed study that explains the mechanisms that operated for the conformation of such a National State and of the phenomena that such a fact motivated in the Historical Venezuelan Process. This disregard has created an emptiness Historiography that has impeded the global comprehension of the process Initial of the own political history of Venezuela.



Key words: National State conformation, utopian Republic, Historiography.



Abordar el origen teórico – práctico del Estado en el ámbito mundial es, en estos momentos, una tarea fatua y poco productiva. En vista de que este tema ya ha sido ampliamente trabajado por la Filosofía del Derecho, el Derecho Constitucional, la Sociología, las Ciencias Políticas, y la Etología, entre otras ciencias, con excelentes resultados. Por tanto, el objeto del presente estudio no es el de establecer una teoría genealógica que explique el origen del Estado Nacional Venezolano.

Nuestro trabajo es más concreto, puesto que se centra en explicar el proceso que conllevó a la formación del Estado Nacional Venezolano. No obstante, cabe señalar, que para explicar una realidad concreta como el proceso de construcción de un Estado es imprescindible tener como marco de referencia las investigaciones teóricas que se ocupan de explicar el origen del mismo como realidad histórica (tal es el caso de las ciencias antes señaladas). Es por ello, que sin pretender ahondar en el campo de la genealogía del Estado, se revisó para efectos de este estudio, un conjunto de corrientes del pensamiento humano, cuyo eje central es el problema del surgimiento del Estado y las implicaciones que el mismo ha traído consigo.

El nombre “Estado”, fue difundido por Maquiavelo, con la publicación del Príncipe. Sin embargo la palabra no la introduce Maquiavelo. De hecho, el autor no habría podido emplear el vocablo, si éste ya no existiese. Pero es con esta obra que dicho término comienza a tomar relevancia para sustituir los términos tradicionales que hasta el momento se habían utilizado para referirse a "... la máxima organización de un grupo de individuos sobre un territorio en virtud de un poder de mando...” (Bobbio, 86:1994).

A partir de la publicación del Príncipe, historiadores, sociólogos, filósofos y jurisconsultos comienza el debate sobre el origen real del Estado. Hay quienes ven en éste un paso natural del estado de naturaleza a la res publica. Lo que implica una visión de la organización de la sociedad en forma de gobierno como la organización de una especie de Estado. En este orden de ideas pudiese hablarse, por ejemplo, de un Estado Romano y de ciertos tipos de Estados Medievales. Al respecto Bobbio advierte sobre los cambios observados en Roma al paso del regnum a la res publica y de ésta al pricipatus.

El autor puntualiza la idea con una cita de Cicerón ‘ rem publicam verbo retinemus, re ipsa vero iam pridem amisimus’ (Cicerón, de res publica, I, 26,42; (tomada de Bobbio, 98:1994). Para este investigador, Cicerón demuestra con esa frase estar consciente de la ambigüedad del término res publica, y de tener clara la distinción entre la república como forma de gobierno específico de la Roma republicana y otras formas de gobierno. Siguiendo al mismo autor, sólo existía una palabra de género para designar las diversas formas de gobierno: civitas. La cual es interpretada como paso natural del estado de naturaleza al estado social o civilizado.

Sin embargo, ya en los tiempos de Maquiavelo, el término civitas era utilizado solamente por las personas que hablaban en lengua vulgar. Tales reflexiones son abonadas con las opiniones más recientes de Adam Ferguson: “... el nacimiento del Estado representa el paso de la época primitiva, dividida en salvaje y bárbara, a la época civil, donde ‘civil’ significa al mismo tiempo ‘ciudadano’ y ‘civilizado’...”(Adam Ferguson, (tomado de Bobbio, 98:1994); a lo cual, Bobbio acota los señalamientos de autores como Vico y los señalamientos de Charles Morgan, sobre las organizaciones que diferenciaron al hombre civilizado del primitivo y salvaje.

El trabajo de Bobbio reviste vital importancia para la realización de un estudio genealógico del Estado, debido a que plantea dos teorías aparentemente antitéticas con respecto a la formación del Estado. Las que señalan la formación de este fenómeno histórico – político a partir del paso del hombre del estadio de salvajismo a las formaciones socio- históricas medianamente organizadas, como las señaladas con anterioridad, y las que este autor denomina discontinuas, que parten del nacimiento del Estado a partir de la modernidad.

Sin ánimo de entrar en la polémica relativa a la teoría sobre la continuidad del Estado, que afirma que el mismo ha existido desde la época de la formación de las sociedades medianamente organizadas como paso normal del estado natural a una sociedad civilizada “no natural”, y la teoría sobre la discontinuidad del Estado que plantea la aparición de éste como una realidad histórica – política surgida con la modernidad. Se hace énfasis, no obstante, en las diferencias formales que presentan las formas de organización del Imperio Romano y en los gobiernos de sociedades altamente desarrolladas y anteriores a él, como las que se dieron al norte del Continente africano. Así como en los gobiernos de las Ciudades – Estado Griegas. Puesto que estas formas de organización política difieren en todo al concepto moderno de Estado tal como es entendido, comúnmente, en el ámbito de las ciencias sociales.

Con base en lo antes mencionado, se puede afirmar que el Estado Venezolano, surgido en fecha posterior a los acontecimientos relacionados a la modernidad, no guarda relación con esas formaciones señaladas por las Teorías Continuas del Estado, si no más bien con el llamado Estado Moderno. Es conveniente recordar que el Estado Venezolano no nace con la implantación española en el territorio actualmente venezolano, si no que éste, es una institución surgida en una fecha posterior, siendo el Estado Español el que estará vigente en la Venezuela colonial.

Retomando la idea de Bobbio, en cuanto al término Estado, es evidente que es con Maquiavelo que este vocablo comienza a ser moneda de uso corriente en la reflexión de historiadores, juristas y pensadores políticos, “... siendo una realidad desconocida para los escritores antiguos, (...). De manera que sería oportuno hablar de ‘Estado’ únicamente para las formaciones políticas que nacen de la crisis de la sociedad medieval y no para las formaciones anteriores...” (Bobbio 89: 1994).

El Estado es, por consiguiente, una formación moderna, que concentra el poder de mandar en un territorio determinado, reservándose el monopolio de servicios esenciales para el orden interno y externo, tales como la legislación del derecho y el uso exclusivo de la fuerza como medio coercitivo para los reticentes a cumplir sus dictámenes. Una de las definiciones más acertadas del Estado, según la opinión de Bobbio, es la de Max Weber, quien observó en el proceso de formación del Estado Moderno un fenómeno de expropiación por parte del poder público de los medios de servicio como las armas. De estos planteamientos, surge la concepción weberiana, según la cual, el Estado posee dos elementos constitutivos: la presencia de un aparato administrativo que tiene la función de ocuparse de la prestación de los servicios públicos, y el monopolio legitimo de la fuerza.

La Episteme tejida entorno al tema del Estado, reviste una manifiesta complejidad, motivado, tal vez, a la multiplicidad de corrientes del pensamiento que se han esgrimido con el fin de explicar la realidad organizativa en el campo de la dirección de las estructuras sociales altamente desarrolladas. Sin embargo, los estudios relacionados al tema del Estado, se profundizaron después de los acontecimientos que conllevaron a la Revolución Francesa, convirtiéndose en un tema casi recurrente por autores como Montesquieu y Rousseau . Debido a esto, podemos decir con toda propiedad que se trata de un concepto moderno, nacido de una racionalidad acorde con principios hermenéuticos de organización evolutiva con fines de alcanzar el progreso.

La noción de Estado, bajo este prisma, es un vástago del paradigma moderno, por cuanto es él, el llamado a dirigir a los grupos sociales existentes dentro de su campo de acción hacia la organización social y la búsqueda del orden, que indudablemente conducirán al progreso y, por ende, a la felicidad de los pueblos. Visión ésta por demás correspondiente con la concepción utópica de la Modernidad. En otras palabras, el uso de herramientas conceptuales propias de la modernidad en fechas anteriores a la Revolución Francesa es, en este orden de ideas, un acto erróneo que conducirá, necesariamente, hacia uno de los errores más comunes de apreciación de fenómenos historiables: el anacronismo histórico. Aún cuando puedan apreciarse antecedentes del Estado en Roma, el resto del mundo antiguo o incluso en sociedades medievales altamente desarrolladas.

La circunscripción de este trabajo a la formación del Estado Nacional Venezolano es un hecho indiscutible, pero, no por eso podemos pasar por alto las consideraciones respecto al Estado de Nicola Abbagnano y Dagoberto D. Runes, y el término acuñado por Maquiavelo para designar una organización de tipo política, altamente desarrollada que organiza a la sociedad (Abbagnano, 448:1997) y (Runes,128:1994), puesto que adquieren una importancia vital a la hora de construir el basamento teórico de la presente investigación.

Es evidente que en los sus escritos de los autores antes mencionados no se observa ningún señalamiento sobre el Estado en fecha posterior a la Modernidad. No obstante, es innegable la existencia de posiciones particulares como las surgidas dentro del campo del Materialismo Histórico – Dialéctico. El Estado, desde esta posición, es una forma de dominio de las clases dominantes a las clases dominadas. Si bien, cabe señalar, que esta concepción no erradica al Estado de las fronteras de la Modernidad. (Tomada de Frassato, Sd.)

Como ejemplo de lo señalado con anterioridad, podemos citar el concepto de sociología del desarrollo manejado por Alaín Touraine, el cual no deja de ser notorio a la hora de dejar entrever el tratamiento teórico que dicho investigador elabora de la relación entre sociedad y modernidad:

Es imposible llamar moderna a una sociedad que busca ante todo organizarse y obrar de conformidad con una revelación divina o con una esencia nacional. La modernidad no es solo cambio puro, sucesión de acontecimientos; es difusión de los productos de la actividad racional, científica, tecnológica, administrativa. Por eso, la modernidad implica la creciente diferenciación de los diversos sectores de la vida social: política, economía, vida familiar, religión, arte en particular, pues la racionalidad instrumental se ejerce dentro de un tipo de actividad y excluye la posibilidad de que algunos de esos tipos esté organizado desde el exterior (Touraine, 17: 1995).



La anterior cita no deja de ser explícita en el análisis de los tópicos antes señalados, pudiéndose extraer de igual forma el concepto de Modernidad manejado por Touraine. Para este autor, una sociedad moderna es la que se ha despojado del misticismo religioso de épocas superadas, como la del medioevo donde imperaban principios gnósticos y sensacionales derivados del profundo apego religioso del epocal (Touraine,18:1995).

De igual manera, se puede deducir que la formación del Estado Nacional Venezolano como fruto del desarrollo histórico de la sociedad venezolana, entra dentro de la clasificación de lo que Touraine ha denominado como moderno. Dado que al estudiar el proceso histórico venezolano no se ubican acontecimientos místicos, gnósticos o de éxtasis religioso que hallan vigorizado de manera efectiva la historia constitutiva del país. Y, sí, contrariamente, puede evidenciarse cómo el deseo de insertar a Venezuela dentro del mercado capitalista mundial ha motivado, entre otras cosas, la independencia de Venezuela con respecto a España (paso esencial para la formación del Estado Nacional Venezolano).

La Formación de Venezuela como País

A primeras luces este subtítulo, presentado a manera de afirmación, puede despertar recelos en más de un investigador de los procesos históricos. Profesionales celosos del análisis fidedigno de los acontecimientos del pasado, motivados por el uso indiscriminado de herramientas conceptuales que en el tratamiento de la historia de Venezuela pueden prestarse a confusiones. La confusión en el manejo de términos no puede derivar sino a conclusiones erradas y al empleo inexacto del léxico profesional. En tal sentido, el conocimiento histórico, producto del mal uso de las herramientas historiográficas reproduce la construcción de sofismas históricos que redundan en un cabal desconocimiento del proceso histórico venezolano.

En el caso concreto de la investigación que nos ocupa, debemos advertir sobre el empleo del término: País, el cual tiene una connotación meramente geográfica. De ahí que pueda definirse como: “… [un] Territorio que constituye una unidad geográfica o política, limitada natural o artificialmente...” (El Pequeño Larousse, 747:1999). Es decir, que se trata de un de un término esencialmente geográfico. Estrechamente vinculado con el nombre que se le da a un territorio determinado, enmarcado en fronteras delimitadas. Por tanto, no debe confundirse con el Estado, ni con la Nación. Términos con los cuales se racionalizan otras realidades que explicaremos más adelante.

En la ubicación teórica de la conformación de Venezuela como país, es necesario iniciar el recorrido a partir de la llegada del Almirante Cristóbal Colón a una parte del territorio que actualmente se conoce como Venezuela. Un dato bastante difundido, sobre este acontecimiento es que el Almirante murió con la certeza de haber llegado a la India por su parte más occidental. Colón jamás se percató que había llegado a un territorio del cual Europa no tenía conocimiento hasta el momento del arribo de su expedición de octubre de 1492. En su tercer viaje de agosto de 1498, el Almirante arribó a tierra firme, en las actuales costas de Paria, específicamente en el pueblo de Macuro, en el Oriente venezolano. Cabe señalar sobre este particular dos datos importantes: primero, Colón no utilizó apelativo alguno para designar el territorio donde desembarcó. Segundo, él no tenía ni la más remota idea de la extensión real de lo descubierto, ni de la existencia de fronteras o de gobiernos que ejercieran un dominio total sobre una determinada extensión de terreno.

Sobre este particular, Malavé Mata (41:1980), advierte con gran claridad que las comunidades indígenas prehispánicas no constituían una unidad económica. Asimismo, señala la existencia de diversos estadios de evolución social entre las comunidades que habitaban los territorios del Nuevo mundo desde antes de las campañas de conquista de los europeos de principios del siglo XVI. Con base en este contexto socio – histórico, señalado por el autor, podemos concluir el carácter heterogéneo de estas sociedades, además del uso y organización que del espacio hacían estos primigenios habitantes del continente.

De lo antes expuestos puede deducirse la imposibilidad de que estos grupos sociales lograsen un acuerdo para designar un territorio limitado por fronteras, dado que carecían de una unidad política – económica, desde la concepción moderna, propia de la cultura occidental. El aborigen latinoamericano demarcaba sus “fronteras” por el uso que hacía del espacio, sin la elaboración de los límites rígidos y constantes que caracterizan las políticas limítrofes en la actualidad.

Venezuela es el único nombre que se ha utilizado, hasta el momento, para definir la totalidad del territorio que actualmente está enmarcado dentro de las fronteras venezolanas. Pero este nombre no es usado durante las expediciones colombinas, si no con la expedición de Alonso de Ojeda (1499), cuando Américo Vespucci, al observar los pueblos palafíticos del sur del Lago de Coquivacoa (hoy Lago de Maracaibo), lo bautizó con el nombre de Venezuela. Estableciendo un curioso paralelismo entre los palafitos y las características geográficas de su Venecia natal.


Es necesario destacar que el uso del sustantivo Venezuela que realiza Vespucci se circunscribió, exclusivamente, a los espacios ocupados por los palafitos en la laguna de Sinamaica. Para que el vocablo Venezuela fuese efectivo para designar la totalidad del territorio que actualmente constituye la República Bolivariana de Venezuela, tuvo que desarrollarse una serie de acontecimientos de carácter político, social y económico dentro del propio territorio “venezolano”, así como otros de política interna de la Corona Española.

A nuestro juicio, el autor que mejor ha explicado este proceso fundacional ha sido Manuel Caballero, cuando afirma: “... En primer lugar, aquella región (los palafitos del sur del Lago de Maracaibo) no formará parte de Venezuela si no hasta 1777, cuando se integra la Capitanía General de Venezuela con ese nombre...”. Más adelante, en la misma página, Caballero es más explícito al señalar “...hasta entonces, la palabra , sólo había denominado una región que después se llamará ...” (Caballero, 12:1997)

Con la administración de las provincias del “Nuevo Mundo”, se rescata la figura del Capitán General. Figura surgida de las guerras de reconquista española con la finalidad de administrar los territorios reconquistados y crear comunidades con una metrópoli que albergara a una serie de burgos menores tributarios. Estas metrópolis contaban con un consejo consistorio que controlaba el régimen económico de la comunidad. Además, dependían directamente de la autoridad real. En el siglo XIV, se reconocía con el cargo de Capitán General al que estaba al mando de las tropas de un territorio.

Al iniciarse la conquista de América, en el siglo XV, se escogía para tal empresa un capitán conquistador y poblador, el cual recibía, al término de su empresa, el cargo de Gobernador. “...En 1519, a partir de la conquista de México, debido a lo violento de los encuentros, se le llamará Capitán General. Por esta razón, no todos los gobernadores eran también capitanes generales. Con las Leyes de Indias de 1542, se le concede, en las capitulaciones, al Explorador el título de Adelantado, Poblador, Gobernador y Capitán General, vitalicio con extensión a un heredero. “ (Diccionario de Historia Fundación Polar, Tomo I. 636:1999).

En el caso de Venezuela, debe tomarse en cuenta el largo proceso que experimentó hacia la unificación político – administrativa de su territorio. El proceso unificador, en lo que luego será la República de Venezuela, empezó hacia 1652, cuando fue nombrado por la Corona un Contador Mayor con sede en Caracas. Todos los oficiales de la Real Hacienda de Santiago de León de Caracas y, demás ciudades de la provincia de Venezuela, al igual que los oficiales de las Cajas Reales de Margarita, Espíritu Santo de La Grita, Cumaná y Cumanagotos, Santa Marta y Santo Tomé de Guayana, estaban obligados a rendirle cuentas a dicho Contador...” (Diccionario de Historia Fundación Polar, Tomo I. 637:1999).

Esta organización cambia un poco con la creación del Virreinato del Nuevo Reino de Granada, quedando bajo su jurisdicción las provincias de Cartagena de Indias, Santa Marta, Maracaibo, Caracas, Antioquia, Guayana, Popayán y Quito. Posteriormente, las mismas fueron excluidas y reinsertadas sucesivamente a la jurisdicción del Virreinato de la Nueva Granada. El cual, a lo largo de la historia colonial, fue eliminado y reestructurado durante los intentos de la Corona Española por organizar política y administrativamente sus provincias del “Nuevo Mundo”. Intentos que no pasaban de meras tentativas, puesto que nunca logró cristalizarlos en estructuras políticas – económicas estables.

El papel ejercido por la Compañía Guipuzcoana con competencia en los territorios que iban desde el Orinoco hasta el Río del Hacha, confundió aún más el orden jurídico de las provincias por las cuales atravesaba la ruta de la Guipuzcoana. Razón por la cual, el Rey se ve compelido a nombrar en la sección VII de la Real Cédula de Erección (Fundación) de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, de fecha 25 de Septiembre de 1728, al gobernador de Caracas como Juez Conservador. La autoridad del Gobernador – Juez le permitía decidir en todos los asuntos, secuestros y prisiones que tuvieren lugar por concepto de contrabando y negocios de la compañía. Jurídicamente, estaba por encima de virreyes, audiencias, ministros, tribunales, presidentes, capitanes generales, gobernadores, corregidores, alcaldes mayores y ordinarios y oficiales reales. Sólo el rey tenía autoridad para removerlo del cargo.

Con el restablecimiento del Virreinato de la Nueva Granada del año 1739, los gobernadores quedaron nuevamente sometidos a la autoridad del Virrey, privándoseles de la potestad de nombrar tenientes. Esta reposición de la autoridad virreinal, crea ciertas dificultades en los gobernadores de las provincias que conforman actualmente a Venezuela, quienes vieron perdidos ciertos privilegios y competencias que consideraban como derechos adquiridos. Por ejemplo, la costumbre de hacerse llamar Capitanes Generales, de acuerdo con la tradición española, heredada del período de la Reconquista española.

Dentro de la organización jurídica del Virreinato estaban incluidas las provincias de Nueva Andalucía o Cumaná, Guayana, Maracaibo y las islas de Trinidad y Margarita. Al mismo tiempo, todas las provincias del Virreinato fueron agrupadas en 3 comandancias generales: Caracas, Portobello y Cartagena. Los gobernadores de todas las provincias quedaron dependiendo del Comandante General en lo militar y del Virrey, en lo gubernativo. Sin embargo, el interés de los gobernadores en conservar sus antiguos privilegios impidió la cristalización de una unidad política estable.

Para el año 1742, el Rey ordenó, por instancias del gobernador de la provincia de Venezuela, Don Gabriel de Zuloaga, la eliminación de la Comandancia general de Caracas y la separación de la Provincia de Venezuela del Virreinato. Recobrando de esta forma, dicho Gobernador, el cargo de Capitán General, manteniéndose, no obstante, en calidad de súbdito con respecto al Virrey. Pero salvaguardando los derechos que le había otorgado con anterioridad la Real Cédula de Erección de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, que le daba autoridad sobre el comercio ilícito en las provincias de Cumaná, Caracas, Maracaibo, Guayana e islas de Trinidad y Margarita. Con esto conservaba un puesto prominente sobre el resto de los gobernadores de las provincias antes mencionadas.

Los gobernadores de Cumaná, Maracaibo, Guayana e islas de Trinidad y Margarita al recuperar cierta autonomía con respecto al Virreinato, continuaron haciéndose llamar ‘Capitán General’, suscitando con ello las protestas de Virrey. Este hecho dio lugar a la Real Cédula de 11 de febrero de 1748, en la que el rey ordena a los gobernadores a no utilizar dicho título, ni nombrar tenientes, siendo esto, desde 1739, prerrogativa del virrey. Es de hacer notar, no obstante, que el Gobernador de Caracas, en lo relativo a comercio ilícito, era Comandante General de los demás gobernadores de su distrito, por lo que, en lo relativo a su persona, se justificaba el uso del título de Capitán General.

Es evidente que en la estructuración política de las provincias de Cumaná, Caracas, Maracaibo, Guayana e islas de Trinidad y Margarita no existía un orden riguroso y claro entorno a los mecanismos para relacionarse con el poder central de la Corona española. Existían jurisdicciones definidas con poca claridad y una confusa interdependencia entre las autoridades virreinales, la autonomía política – militar de cada gobernación y el control sobre el comercio ilícito que ejercía el Gobernador de Caracas sobre cada una de esas provincias. Sin contar con la dependencia, en materia judicial, a la Real Audiencia de Santa Fe y Santo Domingo, respectivamente.

En vías de optimizar el control político – administrativo en las provincias mencionadas, y presumiblemente como táctica para acabar con las pugnas por competencias e injerencias entre las gobernaciones, se decreta la formación de la Capitanía General de Venezuela. Este hecho significó un paso importante en la unificación de Venezuela como País. Debido a que extiende el nombre de Venezuela a todas las provincias. Desde ese momento se empieza a emplear el sustantivo Venezuela para designar a la totalidad del territorio, sin restringir su uso (como antes de la Real Cédula de la Unificación de la Capitanía General de Venezuela) a la Provincia de Venezuela.

La creación de la Capitanía General de Venezuela inicia un proceso unificador del territorio, que va a incluir el aspecto judicial. Por cuanto, con esta Real Cédula, el Rey delega los asuntos judiciales de las provincias constitutivas de la Capitanía General de Venezuela en la Real Audiencia de Santo Domingo. Excluyendo para estos fines, las competencias que tenía para las provincias Maracaibo y Guayana, la Real Audiencia de Santa Fe. Este acontecimiento constituyó el primer paso para la formación de la Real Audiencia de Caracas en 1786. Siendo esto un elemento amalgamador en las relaciones de las provincias que constituían la Capitanía General de Venezuela, por ser este cuerpo el conocedor de los asuntos judiciales de la Capitanía General. Ratificándose, asimismo, el control que tenía la Intendencia de Venezuela en los manejos económicos de las Provincias que constituían la Capitanía General de Venezuela.



Como puede observarse, el nombre Venezuela, es obra de una entelequia europea para designar la realidad de un territorio y ajustarlo a las necesidades de la Corona española para el año 1777. Entelequia que no había surgido antes de ese año por no haberse dado las condiciones sociales, políticas y económicas necesarias que motivaron la creación de dicha Capitanía.

Al volver a observar el concepto de País y aplicarlo a Venezuela, sólo podemos hacerlo, a partir de 1777. Puesto que es, en este año, cuando se cumplen los condicionantes necesarios para poder hablar de la existencia de Venezuela como un país. Es decir, un nombre aplicado a una realidad concreta. Yendo más lejos, pudiera debatirse sobre el rango de país que pudieran haber tenido las provincias de Cumaná, Caracas, Maracaibo, Guayana e islas de Trinidad y Margarita antes del año de 1777, fecha de la creación de la Capitanía General de Venezuela.

En cuanto a la conformación del Estado venezolano, durante el período colonial, cabe destacar que se trata se trata de un debate un tanto inconsistente. Pues, es obvio que al considerar el concepto de Estado, como realidad política y socio –histórica, pudiéramos definirlo básicamente, sin necesidad de rodeos teóricos, como una “...Entidad política que preside los destinos colectivos de una sociedad y que ejerce, por esta razón, el poder legal...” (El Pequeño Larousse, 418:1999). Por tanto, aplicar este concepto al caso venezolano significa aceptar que el Estado que se mantenía activo durante la Colonia, era el Estado Español. Ya que las directrices que regían en lo político, económico y social, los destinos dentro de los territorios que actualmente conforman a Venezuela emanaban de esa metrópolis.

La concepción de un Estado Venezolano, durante el período colonial, era por demás imposible, dado lo exiguo del control que las autoridades políticas coloniales ejercían sobre el territorio. Tomemos en cuenta que desde el inicio del proceso de implantación europea en el territorio de la actual Venezuela, las actividades de exploración y conquista fueron signadas por la violencia. La implantación española en la ‘‘tierra de gracia’’, fue un proceso lento y difícil, motivado, entre otras cosas, por el desconocimiento que el español tenía del terreno a conquistar y del idioma de sus habitantes. A esto habría que sumarle el modo violento en que los españoles llevaron a cabo la conquista, conviertiendola en un proceso lento y sangriento. Una consecuencia tangible de este proceso es la reducción notable de la población indígena, lo cual puede evidenciarse en las llamadas Crónicas de Indias y en las obras historiográficas que reseñan el proceso de conquista.

La historiografía disponible hace referencia (Caballero, M. 13: 1997), al hecho de que los conquistadores no tenían interés en poblar la “Tierra de Gracia”, si no más bien, en enriquecerse rápidamente, y en abandonar luego las nuevas tierras. Lo cual se evidencia en lo efímero de las primeras ciudades, asentadas en el territorio actualmente venezolano (llamadas establecimientos iniciales por el investigador, y pone como ejemplo la ciudad de Nueva Cádiz, Cubagua, la cual no durará ni medio siglo). El autor deduce de la dinámica espacial desarrollada por los colonos europeos en el territorio en razón de éstos sólo se aventuraban a ir a tierra firme con el único propósito de buscar agua dulce o bien, con la intención de cazar indios para avasallarles. El interés de los españoles en poblar de forma permanente la tierra firme de la actual Venezuela, nace cuando ya estaban asentadas otras posesiones de España en América.


Con las Guerras Napoleónicas se abre un escenario bélico que trastoca el orden político de Europa. El Imperio Francés trato de dominar al resto de los países europeos, donde España no fue la excepción. El Rey Carlos IV y el Príncipe Fernando fueron obligados a abdicar en favor de José Bonaparte, hermano de Napoleón. En consecuencia, España, metrópoli bajo cuya autoridad y dominio se encontraba Venezuela, queda subyugada por el poder francés. Iniciándose así, un fuerte movimiento de resistencia por parte del pueblo español que ansiaba expulsar a los invasores franceses y reponer la Corona a la familia Borbón, en la figura de Fernando de Borbón. Esto, debido al aborrecimiento que experimenta la sociedad española por Carlos IV y su consorte, María Luisa de Parma. Sentimiento motivado por el escándalo que provoca la supuesta “conducta licenciosa” e inapropiada de los reyes.

La formación de un “Concejo de Regencia”, como figura jurídica representativa de la Autoridad de Fernando VII y la figura del “Rey” José Bonaparte, dio lugar a la coexistencia de dos gobiernos de hecho en España. Gobiernos que reclamaban, cada uno para sí, el carácter legal y la lealtad de los súbditos del reino. De estos reclamos no estaban exentas las provincias del nuevo mundo, entre ellas, la Capitanía General de Venezuela. Esto significó la brecha por donde se filtran las incertidumbres políticas que trajeron consigo las Guerras Napoleónicas, al Continente Americano.


Los conflictos europeos y la incertidumbre política derivada de los acontecimientos suscitados en España a raíz de la invasión de Bonaparte, aunados a una atmósfera de conflicto social, principalmente entre blancos criollos y peninsulares trajo consigo la renuncia, algo forzada, de Don Vicente Emparan al cargo de Capitán General de Venezuela, el 19 de Abril de 1810. Constituyéndose un gobierno autónomo al Concejo de Regencia y a la autoridad bonapartista, que pretendía adjudicarse la autoridad sobre las Colonias del continente americano. El Concejo de Regencia, por su parte, pretendía detentar y salvaguardar la autoridad de Fernando VII en todo el Imperio español, mientras éste se encontrara prisionero e imposibilitado de ejercer el poder.


Durante todo el desarrollo de la Venezuela decimonónica, no llega a concretarse la formación de un Estado Nacional Venezolano, debido a la institución de un sistema republicano que resultó endeble. La frágilidad del sistema en lo político, en lo militar, en la inclusión social constitutiva y en el control efectivo del territorio. Ademas de las graves alteraciones políticas y sociales que se derivaron de la Guerra de Independencia. Así como los conflictos que emanaron a raíz de ésta (disgregación social, caudillismo, falta de control efectivo por parte de la autoridad capitalina a la totalidad del territorio y, principalmente, la falta de un ejército nacional) impide hablar en términos concretos de un Estado Nacional Venezolano, durante el Siglo XIX. Por tanto, sólo es dado hablar de un Estado Nacional Venezolano a partir del siglo XX. Cuando surgirá con elementos igualmente complejos que marcarán de manera significativa el proceso histórico Venezolano.



REFERENCIAS

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NOTAS
i Textos como el Contrato Social o El Espíritu de las Leyes, se hicieron emblemáticos de la Ilustración


ii La estrecha intimidad que se rumoraba existía entre el Rey Carlos IV, su Reina María Luisa de Parma y el Primer Ministro Godoy, así como otras relatos producidos muy probablemente por el imaginario popular, habían hecho fuerte mella en el respeto del pueblo español por su monarquía, por lo que se veía al heredero Fernando VII como la única vía para la recuperación de la dignidad Borbónica y la independencia con respecto a los franceses.

iii Los franceses habían enviado al comandante Paul de Lamanan al mando de la fragata francesa“Le serpent” con la intención de hacer que las autoridades venezolanas reconocieran la autoridad del “Rey” José Bonaparte, esta comisión llegó al puerto de la Guaira el 14 de Julio de 1808, y fracasó en su misión, al oponerse los blancos criollos al dominio francés y obligar al Capitán General De las casas a jurar fidelidad a Fernando VII.

domingo, 15 de noviembre de 2009

La Postmodernidad... ¿Crítica a la Modernidad?

La Postmodernidad… ¿Crítica a la Modernidad?
David Ysidro Pacheco Martínez
 Facultad de Ciencias de la Educación


 A la postre, al ídolo del Progreso respondió el ídolo de la Maldición del progreso con el cual se constituyeron dos lugares comunes.
         Paul Valeri citado por Compagnon.




            
Resumen.
La Modernidad, implicó un proceso de cambios profundos a niveles paradigmáticos como no se había visto hasta el momento de su propia implantación y significó un proceso de ruptura a nivel epistémico; Cogitum Ergo sum, lapidaria frase de Descartes, que unida a las propuestas que en el campo de la mecánica inspiraba las reflexiones de Newton y el método inductivo señalado por Bacon, revolucionó los esquema que del conocimiento se tenía, desautorizando por consiguiente a los referentes que de manera dictatorial señalaban los mecanismos a seguir en la producción de conocimiento.
Sin embargo esta Modernidad iconoclasta ha engendrado a su vez un hijo igualmente irreverente, el pensamiento postmoderno, que siguiendo los patrones usados por la modernidad para desautorizar a la escolástica, los usa ahora para desautorizar e invalidar su progenitor, la Modernidad. Sin embargo es conveniente precisar hasta que punto Postmodernidad y Modernidad constituyen espacios antitéticos.
Palabras Clave: Modernidad, Postmodernidad, Cambio, Ruptura, Vanguardia, Globalización.

Abstract.
The Modernity, it implied a process of deep changes to paradigmatic levels like it had not seen up to the moment of his own implantation and it meant a process of break to level methodological; Cogitum Ergo sum, lapidary phrase of Descartes cards, which joined the offers that in the field of the mechanics was inspiring Newton's reflections and the inductive method distinguished by Bacon, aroused excitement the scheme that of the knowledge were had, depriving of authority consequently to the modals that in a dictatorial way were indicating the mechanisms to continuing in the production of knowledge.

Nevertheless this Modernity iconoclast has generated(bred) in turn an equally irreverent son, the postmodern thought, which following the bosses used by the modernity to deprive of authority the scholastic one, uses them now to deprive of authority and to invalidate his progenitor, the Modernity. Nevertheless it is suitable to be necessary until point Postmodernity and Modernity constitute antithetic spaces.

Key words: Modernity, Postmodernity, Change, Break, Forefront, Globalization.









DESARROLLO

La postmodernidad se vislumbra como un monstruo vorágine que trata de devorar el orden impuesto racionalmente, así como todos los paradigmas en que la ciencia y la moral se apoyaban, parece ser que el mundo que conocimos es una utopía que ni siquiera existió, es el hombre que tras probar del fruto del árbol prohibido y tener conciencia de si mismo y del mundo que le rodeaba fue expulsado del Edén de la razón que cuidadosamente fue construido por un triunvirato divino: Newton, Descartes y Francis Bacon.

La filosofía, así como la historia son disciplinas que se encuentran en un constante torbellino de revisiones por lo que la crisis, de la que tanto alarde hacen los filósofos de la postmodernidad, jamás ha estado ausente de estas dos ramas del conocimiento. En medio de este clima de incertidumbre y de crisis (que parecieran haberse descubierto recientemente) todas las piezas del pensamiento desarrollado en las diversas facetas históricas deben observarse bajo una óptica compleja, lejos de cualquier tipo de simplificación, para tratar de darles el sentido histórico correspondiente al epocal en que fueron concebidos, sin perder de vista el hilo conductor causal que pudieran poseer entre sí las diversas etapas por las cuales ha transitado el pensamiento y su consiguiente producción de conocimiento; en este particular, puede captarse de la lectura de Topolski (Topolski, 2001:13) que los elementos derivados del pensamiento de la antigüedad (aún cuando sean superados por nuevas certidumbres) tienen que tenerse presente en la producción intelectual del historiador, por cuanto son la base, el piso filosófico donde se sustentan los nuevos paradigmas; es así donde el conocimiento científico de la actualidad consta de enunciados filosóficos de la época de los presocráticos (aún cuando sea para contrastar sus postulados con el pensamiento contemporáneo), de la Grecia clásica, de la escolástica, la ilustración y finalmente de la modernidad y la postmodernidad.

El descubrimiento de la mecánica clásica por parte de Newton, el racionalismo en que derivó el criticismo filosófico de Descartes, el declinar del poderío absoluto de la iglesia y el surgir de un movimiento cultural a gran escala que buscaba volver a las formas antropocéntricas de los valores grecorromanos con la finalidad de contraponer una cosmovisión antropocéntrica al discurso escolástico con su carga teocrática y conativa que se sustentaba en la imagen de un dios bíblico todopoderoso y severo con el cual la iglesia sustentaba su poderío. Con la modernidad se va a anteponer otro poder igualmente severo y conativo, el de la razón.

El conocimiento en la edad media descansaba en la verdad teocrática y la vigilancia de sus custodios: la iglesia, todo aquel que osara contraponerse a sus sagrados principios caía irremisiblemente en el pecado y por lo tanto era sometido al castigo de los santos y piadosos mecanismos del más acá (la inquisición y los procesos de excomunión) y lo que es peor y tal vez lo más tenebroso, la visualización del justo castigo del más allá que implica el anatema y la quema eterna en el infierno. En este período, el poder del clero era absoluto e inquebrantable por heredar este poder de Simón Pedro quien a su vez recibió este poder del más autorizado para darlo: el hijo de Dios, quien dijo a Simón:
Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia; y las fuerzas del Hades no prevalecerán contra ella....., se te serán dadas las llaves del cielo todo lo que atares en este mundo será atado en el más allá todo lo que desatares será desatado en mi reino (Mateo 16: 18-19).

Es obvio que Pedro tenía el poder para absolver o condenar a los hombres y la iglesia que asume el ser heredera de este poder concedido a Pedro, podría por tanto decidir quien era salvado y quién era condenado; ejemplo de esto lo podemos ver en la venta de indulgencias, ante la cual insurge Lutero y que fue satirizado en el Lazarillo de Tormes, este es un ejemplo palpable de la ostentación de dicho poder por parte de la iglesia.

Un profundo proceso de transformación va a cambiar y trastocar la estabilidad medieval; la derrota de las cruzadas, la expansión de los mercados monopólicos, la revolución industrial, el surgimiento de la ilustración y el liberalismo así como la caída de Luis XVI y la proclamación de los derechos del Hombre y el Ciudadano;[i] todos estos elementos van a crear un ambiente macro social y macro cultural que va a hacer imposible que la iglesia y la nobleza sigan manteniendo el orden escolástico – medieval. Una nueva clase social va a surgir ganándole espacios a la nobleza, la burguesía que poco a poco fue ascendiendo al poder: Juan sin tierra en Inglaterra firma la carta magna, en Alemania se expanden los mercados y finalmente en Francia la burguesía cobra su gran victoria en la Revolución Francesa, al transformar radicalmente el orden monárquico donde perduraban ciertos elementos feudales y medievales, a un sistema enmarcado dentro del sistema económico capitalista en consonancia evidente con la imagen de progreso que ya se había decantado del pensamiento cartesiano.

La Revolución Francesa, fue llevada a cabo, en gran parte, por el accionar de los diversos sectores de la sociedad francesa, principalmente los de bajos estratos, que veían en los ideales de la modernidad, una vía para la construcción de una sociedad más justa orientada en la búsqueda del orden y del progreso, donde se erradicaría el despotismo derivado del absolutismo y del derecho divino de los reyes.

A partir de este momento, para decirlo en términos de Aníbal Ponce, la burguesía sometió bajo su férula a todos los otros sectores de la sociedad: la iglesia, la nobleza, la milicia y sobre todo las clases populares, cumplieron a cabalidad el orden social, cultural y político establecido racionalmente por la burguesía en la construcción del progreso de los Estados Nacionales como fin último y necesario de la civilización.

La evolución y el progreso a que debía llegar la sociedad moderna, se lograría por medio del incremento de la producción de bienes de consumo derivado a su vez del mejoramiento científico – técnico y el uso de la razón instrumental en clara consonancia con el orden moderno, impuesto por la burguesía y basado en las ideas de Descartes, quién a su vez se apoyaba en los descubrimientos del desplazamiento mecánico de Newton. El nuevo orden de pensamiento concebía a la modernidad como el triunfo de la razón sobre el despotismo de la nobleza y de la iglesia, en sí, la modernidad implicó una revolución que hizo del hombre un sujeto cognoscente de un mundo susceptible de ser conocido, en detrimento de la fe y el instrumental aristotélico como herramienta para la obtención del conocimiento.

La modernidad opera bajo el mecanismo de obtener avances en el campo del conocimiento por la vía de la superación del mismo, por medio de las Vanguardias que adelantarían los niveles cognitivos a etapas más desarrolladas y elaboradas en el proceso científico - técnico, donde la educación y la idea de libertad derivaría a una superación individual y colectiva del individuo y la sociedad tal y como lo creía Juan Jacobo Rousseau y Simón Rodríguez. El Emilio y su aplicación sistemática en la educación de Simón Bolívar es una clara muestra del sentido moderno que la educación había adoptado en Venezuela en pleno período colonial.

Con el tiempo, esta modernidad que ostentaba un referente impersonal y ausente de toda función conativa, fue derivando a una especie de dictadura, la dictadura de la razón, que claramente se vislumbra en un Hegel que manifiesta que todo acto al margen de la razón es arbitrario y todo lo arbitrario es absurdo (Orcajo, 1998:18), este discurso que representó en el preludio de la Revolución Francesa un recurso contrario al dogmatismo escolástico, con el tiempo se convirtió en un discurso conativo pues concebía a la razón como artífice de todo conocimiento, estando condenado al pecado del absurdo, según Hegel; todo aquel que se atreviera desafiar los sabios mecanismos de la razón, los cuales conducían ineludiblemente al progreso y bienestar del Estado y por ende del individuo y la sociedad misma, los trasgresores a las normas y mecanismos de control social, racionalmente establecido, no sufrirían sus penas en un infierno eterno, si no el más acá, en un castigo aplicado por lo que Althusser denominó los aparatos ideológicos del Estado, o por lo que Foucault designaba como mecanismos de poder.
.
Desde la segunda mitad del siglo XIX, se crearon una serie de expectativas en torno al progreso en general y la importancia que para el mismo tenía la educación, los valores sociales, la comunicación y la idea de la libertad del individuo como fue concebida desde la Revolución Francesa comienza a cuestionarse; estas expectativas utópicas demostraron que estaban más allá de lo que en la práctica derivó el orden moderno a la realidad social de la sociedad occidental. Las teorías de Marx, Freud y Kierkegaard (entre otros) son el punto de partida de una serie de críticas a lo que Hegel llamo modernidad; según Orcajo, esta crítica a la modernidad ha venido llamándose, tal vez con cierta ligereza, venalidad y excesiva generalidad, con el flamante nombre de postmodernidad (Orcajo, Ob. Cit:16).

… “El hombre postmoderno ha empezado a no reconocerse en su imagen anterior y a distanciarse de ella, a veces con nostalgia y a veces con un sentimiento agradecido de profunda liberación”… (Orcajo, Ob. Cit: 15); la postmodernidad ha pretendido venderse como una crítica global, una postura antitética y férrea al orden moderno, presentando no obstante la postmodernidad una flagrante paradoja. . . “Al pretender acabar con lo moderno, rompiendo con éste, reproduce la operación moderna por excelencia, la ruptura” (Compagnon, 1999: 64), al criticar la Vanguardia, por pretender alcanzar el progreso sin conseguirlo en forma tangible en el mejor de los casos, la postmodernidad se presenta como una forma de vanguardia, presentándose en ella un cúmulo de ideas, donde se rescata el discurso nihilista para tratar de explicar los puntos que se le quedaron cortos al pensamiento moderno, tratando en el camino de captar puntos que para la razón cartesiana eran imposibles de precisar; como la imposibilidad de la razón para comprender, explicar y ordenar en un discurso racional la totalidad de los fenómenos tangibles; observemos pues como la postmodernidad al pretender atacar la Vanguardia y la idea de progreso se presenta imperceptiblemente como una idea de progreso, por cuanto implícitamente propone una visión de mayor alcance, cayendo ineludiblemente en una posición paradójica.

Particularmente concebimos a la postmodernidad no como una posición contraria y antitética a la modernidad, como generalmente se le ha señalado, si no como una fase superior de un mismo discurso que se ha revisado y se sigue revisando a sí mismo, hasta el punto de negar (relativamente) los mismos principios en que se sustentaba, “La postmodernidad es la modernidad, pero llevada a sus últimas consecuencias”. . . (Orcajo, Ob. Cit.: 17).

El orden civilizatorio moderno, la misma sociedad contemporánea y el clima de cosificación al que dicha sociedad ha sumido al ser humano se han trasformado en una especie de monstruo de Frankenstein que con pretensiones humanas, con signos de brutalidad y ternura termina por revelarse y rebelarse a su creador (¿burguesía?). De esta rebeldía y revelación surge el discurso postmoderno el cual se presenta en la praxis de dos vertientes, una la de los movimientos contraculturales que es la franca rebelión de grupos sociales de presión y el otro el de la adecuación de la élite ante este clima de protesta para seguir ejerciendo su acción de dominio, estos dos procesos pueden presentarse indistintamente como un síntoma de la presencia de la postmodernidad.

La visión Postmoderna, en ambas vertientes, ha desautorizado la razón en términos cartesianos, ya la razón no puede ser el único vehículo para obtener y aprender el conocimiento de las cosas, el uso empírico de la razón ha derivado a una racionalización que ha creado un sentido común; que se ha fortalecido en virtud de la experiencia cotidiana; el mundo como era concebido correspondía a este sentido común, todo lo que no era susceptible de ser racionalizado, sencillamente no existía. La mecánica clásica, el pensamiento cartesiano y baconiano en que sustenta la racionalidad moderna reglamentó dictatorialmente la producción de conocimientos, solo existía lo que producía la conciencia de un sujeto cognoscente.

A la luz de nuevos descubrimientos la razón ha quedado corta, muestra de ello se constata en que los nuevos descubrimientos científicos se han concebido al margen del uso tradicional de la razón, contradiciendo los márgenes del sentido común y potenciando la creatividad del científico al uso normado del procedimiento práctico y metodológico, incluso Feyerabend, desde la propia introducción de Tratado Contra el Método, (Feyerabend, 2007:01) afirmaba que la ciencia es una actividad esencialmente anárquica inspirada en la visión del investigador, pareciera que la producción científica contemporánea refrendara la frase citada por Parra “la muerte de la creatividad es el manual” (Parra, 2006:28). La física de Eistein y su mecánica cuántica según explica Margenau, ha desafiado todo sentido común, la segunda y la tercera ley de la Termodinámica y el principio de Entropía han quedado desautorizados a la luz de nuevos descubrimientos; según comenta brillantemente Prigogine (Prigogine, 1991:33), la muerte térmica del universo es un hecho improbable ya que las estructuras disipativas al ir perdiendo su energía se transforman, nunca se destruyen. La razón y el sentido común han quedado cortos y ha tenido que recurrirse a otros recursos para ir más allá de lo estipulado por ellos, la mecánica cuántica ha explicado procesos que eran inimaginados según la óptica newtoniana, la imaginación científica le ha ganado terreno a la razón moderna en todas las ramas del conocimiento: física, química, filosofía, matemática; de hecho la geometría de Euclides se ha visto imposibilitada para explicar los nuevos retos de la geometría moderna.

La razón universal de lógica estricta e inviolada, en el sentido hegeliano, fue la piedra de apoyo de todo el conocimiento moderno hasta muy entrado el siglo XX, pero en la actualidad, lejos de inspirar la producción de nuevos conocimientos, empaña y obstaculiza la visualización del científico por su rigidez dogmática que le obliga a consultar los manuales y procedimientos compulsivamente, lo cual cercena la posibilidad de captar nuevas perspectivas producidas a raíz de la imaginación y creatividad del investigador.

Sin embargo, pese a ser la razón instrumental el principal punto a atacar del discurso postmoderno, por considerar a la razón inevitablemente subjetiva en la elaboración de sus juicios y análisis, a la vez que dicha razón ha demostrado su ineficacia para captar la complejidad de los fenómenos reales; la postmodernidad por su parte, ha caído sin darse cuenta en otro tipo de razón, pero ya no de una validez universal si no modal; la razón postmoderna (aún cuando esto pudiera parecer una aporía) es de una validez singular que se ha manifestado con el surgimiento y señalización de cada particularidad social o contracultural [ii]. Con esta nueva concepción, ha surgido una forma de racionalidad modal, inherente y de uso exclusivo del subgrupo social que la produce, con toda la carga social de dicha racionalidad, es decir un léxico afín, una escala de valores y un comportamiento ajustado a cada realidad.

Con el surgimiento de los movimientos feministas, los grupos de respuesta homosexual y de legalización de drogas alienantes de la conciencia [iii] así como los movimientos culturales surgidos dentro de los grupos constituyentes de la sociedad, se puede observar una práctica racional exclusiva y endógena que necesariamente no tiene por que ser compartida por otro grupo exógeno al subgrupo social en cuestión. En forma similar ocurre con el lenguaje, la razón universal contenía a su vez un discurso universal, comúnmente aceptado por todos los componentes de la sociedad; la razón singular de cada subgrupo subcultural o contracultural[iv] posee a su vez un dialecto modal de uso intrínseco a las personas que lo desarrollan; un ejemplo de esto puede observarse en la jerga utilizada por los grupos contraculturales en función de su desarrollo cultural y para la ejecución de prácticas sociales que pudieran ser catalogadas de ilegales y/o espurias por la cultura dominante. El carácter modal también puede vislumbrarse en la razón que motiva este tipo de comportamiento, lo cual a su vez influye en el desarrollo y producción de códigos morales en este tipo de asociaciones; a manera de ejemplo pudiéramos contrastar el orden lógico del montaje y tramoya que implica la puesta en escena de una obra de teatro con la libertad que exhiben los Performance escenificados por grupos subculturales como respuesta anárquica al orden establecido.

Es indudable que se está en presencia de una crisis paradigmática que implica rompimientos epistémicos, lo cual ocurre al corroborarse el fraccionamiento de la razón universal, así como de su discurso, por el descubrimiento de una compilación de razones modales impregnadas de valores éticos – morales lo cual exhibe la existencia de un sinnúmero de dialectos inherentes a la comunicación en cada subgrupo por lo que se evidencia la fragmentación del discurso universal.

Los llamados Metarrelatos y el Sujeto, tal y como fue concebido por la modernidad, también han experimentado una metamorfosis, pues no han desaparecido, “Modernidad y Postmodernidad manejan teóricamente las mismas categorías: sujeto, razón, progreso, historia, libertad, comunicación, arte, lenguaje, etc…” (Orcajo, Ob. Cit.:16), solo que el uso que una y otra hace de cada una de estas categorías es diferente.

Lo que era estrictamente moral, ahora es relativo, lo ético según la razón postmoderna es lo que resulta estético, hasta el nihilismo que se tiene como elemento esencial de la Postmodernidad resulta relativo. El hombre posmoderno es convocado a la solidaridad pero una solidaridad según Brito García “individualista y anarquizante” (Brito García, 1994:45); expresiones como: “haz lo tuyo y no te metas en la vida de los demás”, “vive y deja vivir”, parecieran ser la nueva moral y ética social; el asunto de meterse en asuntos ajenos ya no es recibido con la pasividad de hace algunos años, donde el consejo de “los mayores” era recibido como una vía para alcanzar el éxito (el progreso), en tiempos postmodernos dichos consejos o indicaciones emanadas por las generaciones “adultas” son tomados en su mayoría por los jóvenes con disgusto implícito o hasta explícito. Según Brito García esta defensa de la individualidad es lo que caracteriza la solidaridad de los grupos contraculturales.

Así como la monolítica razón universal se ha dispersado en razones modales y la importancia del sujeto se ha replanteado en virtud del carácter utópico que ha adquirido según las nuevas perspectivas. La religión tiene ya un objeto modal y singular luego de haber sido despojada por la modernidad del efecto conativo y amenazante que tuvo en el medioevo. La moral en si como elemento tangible y universal ya no existe, ésta se ha transformado en una moral grupal que se ajusta y adapta a las necesidades societales de los subgrupos de donde emana; lo inmoral y lo moral son términos que se extinguen en la relatividad.

Una cita de Lyotard hecha por Luis Brito García (Brito García, 1994: 187) explica esta muerte de los Metarrelatos y lo que él llama el fin de la historia, o el cambio en los modelos historiográficos como preferimos llamar a este proceso:

Simplificando al máximo, se tiene por ‘postmoderna’ la incredulidad con respecto a los metarrelatos. Esta es, sin duda, un efecto del progreso de las ciencias; pero este progreso a su vez, la presupone. Al desuso, al dispositivo metanarrativo de la legitimación corresponde especialmente la crisis de la filosofía metafísica, y de la institución universitaria que dependía de ella. La función narrativa pierde sus actores, el gran héroe, los grandes peligros, los grandes periplos y el gran propósito… (Brito García; Ob. Cit.: 187).

Este cambio en la manera de pensar corresponde a la óptica de Kuhn, para quien, este cambio no está gobernado por el deseo expreso de los hombres, si no que viene dado por una razón histórica que afecta a un número de personas. La Postmodernidad ha afectado todos los campos de conocimiento así como la cosmovisión que el hombre tiene de su propia existencia. Por su parte Popper cuestiona la idea de verdad, la cual ocupa un lugar importantísimo en el campo de la modernidad, para Popper, (Popper, (1991:61) el valor de una ciencia reside solo en su refutabilidad, donde la certeza de hoy será el error de mañana, dándole a la verdad el tratamiento de utopía nómada que puede apreciarse en el método de ensayo y error adoptado por Popper.

El cambio de concepción de la razón ante el mundo y ante la ciencia así como los reacomodos conductuales del ser humano ante esta nueva racionalidad es solo una muestra de los grandes cambios que se vienen operando, aun cuando esta visualización sea vista con mucha reticencia e incredulidad, el hombre maduro se resiste al cambio por mero conflicto generacional, correspondiendo a la visión que sobre este conflicto planteaba José Ortega y Gasset, con respecto a éste tópico señala Orcajo: “Hoy se piensa en conformidad con la modernidad, pero se vive de acuerdo a la Postmodernidad (Orcajo, 1998 : 15 .), el hombre contemporáneo piensa de acuerdo a sus valores pero en la práctica se adecua a esta nueva racionalidad.

La Modernidad y la Postmodernidad constituyen procesos complejos que necesariamente no son antitéticos como suele vérseles, por el contrario resultan ambos procesos son complementarios por cuanto, según Orcajo, la Postmodernidad es la misma Modernidad pero llevada a sus últimas consecuencias, pero en función de auto y retro crítica (Orcajo, Ob. Cit.:17 ); algo así como la evolución dentro de la causa.

Por cuanto estos procesos han seguido de cerca la evolución del modo de producción capitalista, Puede afirmarse, según nuestro criterio, que la Modernidad es la hermana gemela del Modo de Producción Capitalista por cuanto ambos nacieron en fecha similar y se han alimentado de los mismo elementos, siendo la idea de progreso cartesiano su sustento principal y existiendo entre ambos una sinergia y concatenación evidente. Con la concepción postmoderna, la vinculación entre esta nueva racionalidad y la práctica capitalista, no ha producido un alejamiento que permita suponer el fin de esta relación análoga, si no que por el contrario ha buscado vías de reacomodo en la exacerbación del consumo, la transculturación y el snobismo, sin los cuales el modo de producción capitalista sencillamente no podría existir.

Las acciones de crítica y protesta surgidas en contra de lo que comúnmente suele llamarse capitalismo salvaje,[v] que en resumida cuenta no es más que la expansión, absorción y reacomodo de las industrias trasnacionales e intereses de estados capitalistas mundiales ante las nuevas expectativas del mercado, para lo cual se han establecido una serie de Proyectos Nacionales, convenciones y acuerdos a escala mundial cónsonos al ámbito de la globalización. En los países del tercer mundo e incluso de países industrializados donde se han dado cita reuniones como las del denominado Grupo de los Siete, los sectores populares han insurgido en contra de lo que en líneas generales se considera un sistema injusto de repartición desigual de la riqueza y el sometimiento de países dominantes a países débiles comúnmente denominados del tercer mundo en una clara relación Centro – Periférica, o como suele llamarse en América Latina como actuaciones imperialistas.

A lo largo de la historia estas protestas al sistema constituido capitalista – moderno, ha acarreado una serie de movimientos subculturales y contraculturales sin que necesariamente estos movimientos llegasen en todos los casos a luchas armadas y/o revolucionarias por las que implícitamente exhortaba Carlos Marx en su llamado a la unión de los proletarios del mundo. Ante la ola de protestas de estos grupos sociales que han derivado a la conformación de subculturas o contraculturas, los grupos de poder capitalistas – modernos también se han modificado y perfeccionado sus mecanismos de dominio; las empresas de capitales oligopólicos han sustituido los monopolios tradicionales; la mercadotecnia japonesa con su sentido ejecutivo centrado en el pluralismo ha demostrado ser más eficiente que la industria tradicional norteamericana. Dentro de la reacción elitesca de la postmodernidad, solo existe un lenguaje universal, el mercado y solo una vía de comunicación: la Internet.

La globalización político – económica y el mejoramiento del conocimiento científico – técnico, así como la expansión de las vías de comunicación vía Internet, son los mecanismos mediante los cuales se han servido las élites de la modernidad – capitalismo para tratar de moldear el mundo en función de sus intereses; como puede observarse la idea de funcionalidad, que parecía haber sido erradicada por la postmodernidad, se encuentra más latente que nunca.
Se puede afirmar por tanto que por ser la Modernidad hermana gemela del Modo de Producción Capitalista y estar ambos procesos a su vez íntimamente ligados a la Postmodernidad, estos procesos se han presentados en los países de América Latina y del tercer mundo con las mismas características centro – periféricas con que comúnmente suele estudiarse la relación entre los países altamente desarrollados y los que suelen denominarse en vías de desarrollo.

En el mundo se han experimentado profundos cambios que han transformado los escenarios socio económicos del sistema capitalista – moderno que se han desencadenado por evolución del devenir histórico, los propios reacomodos de la razón y las posturas subculturales y contraculturales que han obligado a las élites mundiales a adaptar nuevas vías de control y dominio que permitan aplicar controles efectivos a pesar del ambiente de anarquía ante los arquetipos tradicionales a los cuales estaba acostumbrado el mercado y orden establecido; dentro de las estrategias planteadas es la globalización tal vez el elemento que más influye en los cambios mundiales de tipo histórico, económicos, geográficos y hasta dentro del campo del pensamiento y que sin entrar en discordancias con las nuevas formas de pensamiento no se aparta para nada del concepto cartesiano de progreso.

Es indudable que la globalización influye de manera inevitable en la valoración de los patrimonios y acervos históricos de las naciones, motivado entre otras cosas a la proliferación de posturas epistémicas de corte nihilista y a la adopción en las investigaciones de tipo socio – históricas de paradigmas transferidos (por vía de la globalización) que impiden ver lo dado (Graterol, 1996), es decir la realidad, para nada coherente con el entorno social donde se realizan los estudios socio – históricos de América Latina, es decir en el caso concreto del sub continente el estudio de la realidad socio – histórica se realiza con arquetipos transferidos de Europa y los Estados Unidos, lo cual promueve en algunos casos una infravaloración de lo propio, cercenando de paso el florecimiento de epistemes y paradigmas nacionales que permitan observar con ojos críticos la realidad; pudiera observarse en esto la efectividad de las políticas globalizantes y una división perceptible de países globalizantes y países globalizables..

Es innegable que la formación de los Estados Nacionales en América Latina y la visión que se tiene de la trascendencia de los héroes que lideraron este proceso, así como su actuación misma, estuvo y está enmarcado dentro del esquema más puro de la modernidad. Manuel Caballero en su obra “Gómez el Tirano Liberal” (Caballero, 1984: 182) ha planteado que Venezuela fue uno de los países élites en América Latina en la adopción y praxis de teorías liberales, lo cual puede demostrarse con políticas como: la construcción de vías de comunicación, abolición de la pena de muerte (por lo menos fue declarada ilegal), manumisión de los esclavos (lo cual se da incluso antes que en los Estado Unidos) y protección a la propiedad privada, así como el respeto nominal a las normas constitucionales.[vi]

La educación en el mundo occidental y particularmente en Venezuela ha sido encausada dentro del esquema de la modernidad, es decir dentro del orden de progreso cartesiano, y encausado dentro de lo moralmente aceptado y en un leguaje universal normado por la razón instrumental. Este tipo de educación concibe al hombre como un elemento fácil de abstraer y simplificar en un ámbito universal, estableciendo entre los alumnos mecanismos de control para hacerlos entrar en el esquema moderno; en apariencia este modelo de educación ha funcionado en una visualización superficial de la sociedad, sin embargo al contrastar el modelo educativo moderno con la teoría de grupos y subgrupos planteado por Brito García (Brito, Ob. Cit) podemos dejar en claro el carácter aparente del sentido homogenizador de la educación, por cuanto los individuos al salir del aula de clases y del influjo directo del acto educativo formal experimentan una fragmentación en su carga cultural, al salir de los escenarios inspeccionados por la cultura y sus mecanismos de control y entrar en contacto con sus respectivo subgrupos de afiliación societal se observa que el lenguaje de comunicación moderno se fragmenta en dialectos de uso subgrupal; la moral y la ética global se fragmenta en razones grupales, lo universal se transforma en modal y la conducta del individuo se adapta al contacto con copartidarios, miembro de logias o hermandades de fe, todo en consonancia al ámbito social en que se desarrolla el individuo; es preciso aclarar que este doble comportamiento del hombre en ambientes culturales y subculturales, ocurre en la mayoría de los casos sin que el hombre se percate de ello por cuanto el hombre contemporáneo piensa conforme a la modernidad pero actúa según la postmodernidad (Orcajo, 1998:15).

La modernización o la adopción de un proceso capitalista periférico de acumulación extrovertida de capitales (Salazar, 1991:18) forma en América Latina parte constitutiva de un proceso de racionalidad moderno y subsiguientemente postmodernista con visos igualmente periféricos. La postmodernidad ha afectado nuestra manera de concebirnos como personas, lo cual resulta perceptible en formas de expresión como la poesía, la prosa y la arquitectura, donde en la actualidad predomina lo ecléctico ante lo vanguardista, lo cual forma parte de un tópico en extremo complejo como lo es el arte y por lo cual requiere un estudio aparte con un tratamiento más complejo dedicado exclusivamente a este tópico, por ahora, nos enfocamos tan solo en señalar el sentido ecléctico en el arte de elemento disímiles en períodos históricos intercambiando referentes entre ellos (lo cual es el uso postmoderno por excelencia), esto ha estado presente en Venezuela en manifestaciones artísticas donde se han suprimido la posturas vanguardistas, siendo emblemático el movimiento conocido como: “ El Techo de las Ballenas” .

En Venezuela como se ve, se han dado elementos que hacen ver que no ha estado al margen de los cambios que se han escenificado en el mundo, sin embargo la no elaboración de paradigmas propios y la adopción de herramientas de análisis transferidas al unirse con la creatividad propia del venezolano ha dado lugar a la formación de una modernidad ulterior con visos propios de nuestra singularidad, una modernidad – postmodernidad periférica – dependiente particular o un proceso modernizador a la venezolana.












Notas

[i] que fueron inspiradas (como bien lo señala Uslar Pietri) en la carta de Colón a los reyes católicos donde se hablada de un mundo libre de injusticias sociales y de la tesis del buen salvaje que había logrado escapar del atormentante orden que imperaba en Europa.

[ii] En el sentido de rebatir el orden establecido por las élites.

[iii] Son conocidas las acciones del cantante francés Manu Chao en pro de la legalización de la marihuana.

[iv] Luis Brito García hace una clasificación entre grupos subculturales, los cuales tienen ciertas peculiaridades con relación a la cultura dominante; y los grupos contra culturales los cuales tienen diferencias insalvables con la sociedad, por la cual tratan de cambiarla y en muchos casos son perseguidos por los controles sociales.

[v] Este término fue empleado por primera vez por Juan Pablo II para referirse a las desigualdades sociales surgidas en el mundo contemporáneo a raíz de la práctica compulsiva del modo de Producción Capitalista; en América latina este término es utilizado comúnmente por el presidente de la República Bolivariana de Venezuela Hugo Chávez Frías.

[vi] Caballero hace énfasis en señalar que Gómez pese a ser considerado un gobernante despótico, fue quien aplicó efectivamente el programa liberal en el ejercicio del poder, demostrando a su vez respeto por las normas constitucionales, por cuanto aún cuando cambió deliberadamente en múltiples ocasiones la carta magna, jamás violó públicamente la constitución vigente.




























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